Vive desde hace algunos años en Madrid, donde cursa la carrera de Arquitectura, ya había estado temporalmente en Asia y quería conocer otro continente. La posibilidad de realizar un año de sus estudios universitarios en un país extranjero ha llevado a esta joven menorquina de tan solo 23 años a elegir Brasil como nuevo destino. Una aventura corta, de tan solo un año, pero muy intensa, en la quinta ciudad más poblada del planeta, si se tiene en cuenta su área metropolitana (Casi 22 millones de personas), y con unos grandes contrastes sociales.
Casi recién aterrizada en Sao Paulo, ¿cómo ha sido establecerse en una ciudad de semejante tamaño? ¿Ha sido grande el contraste, difícil la adaptación?
— Obviamente Sao Paulo es diferente de Madrid, la ciudad donde he vivido los últimos cinco años, pero la verdad es que no me costó nada adaptarme; estoy acostumbrada a los cambios y desde pequeña me han enseñado a adaptarme con una sonrisa a ellos. Es cierto que es una ciudad con mucha población, pero en el barrio donde vivo, Vila Madalena, no se pueden construir edificios altos y es una zona muy tranquila. Lo peor de vivir en una ciudad con tanta gente es el tráfico y la contaminación.
Su estancia en Brasil se debe a un programa de intercambio universitario, por el cual va a cursar este año sus estudios de Arquitectura en la Universidad de Sao Paulo. ¿Cómo surgió esta oportunidad y qué fue lo que le llevó a aceptarla?
— Es uno de los programas que ofrece la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM) para ir a estudiar un año en otra Universidad. Al principio pensaba coger algún destino en Europa, pero luego me apeteció algo diferente. Quería un continente distinto, una cultura diferente y una lengua distinta. Ya había vivido en la India tres meses y por eso no escogí Asia. Entonces me quedaba América del Sur, y el único destino que me obligaba a aprender una lengua nueva era Brasil. Así que, ¡aquí estoy actualmente!
Ya ha comenzado con las clases... ¿Está suponiendo el idioma una barrera más importante de lo que en un principio podría pensar?
— Llevo ya un mes y medio de clases y estoy contenta. El idioma creo que no es para nada una barrera. El portugués, para un castellanohablante es bastante fácil. Además, en mayo hice un curso intensivo en la Casa do Brasil de Madrid que me dio una base bastante buena para defenderme hablando y entender casi todo. Lo más difícil del portugués es la pronunciación, pero mi profesor insistía mucho en eso y ya vine preparada.
Para una estudiante de Arquitectura debe ser fascinante adentrarse en una megalópolis como Sao Paulo. ¿Ha tenido oportunidad de conocer las dos vertientes de la ciudad: la del gran centro de negocios y la del contraste absoluto de las favelas?
— Como arquitecta creo que es bastante enriquecedor porque, además, Sao Paulo tiene bastantes obras muy reconocidas a nivel de arquitectura mundial. El contraste entre el centro y las favelas es alucinante. Sobre todo lo que no logro entender es cómo la gente puede vivir en su edificio de lujo con vistas a las favelas. Pero es así, y a muchos de ellos les resulta normal y no hacen nada al respecto. También he tenido la oportunidad de visitar algunas favelas siempre de voluntaria con la ONG Un Techo para mi País (TETO en Brasil) y no hay palabras para describir cómo vive la gente ahí y con lo poco que son felices, más que los que viven en los edificios de lujo.
Háblenos de su colaboración con ese proyecto de voluntariado relacionado con la problemática de la infravivienda que sufre Brasil...
— TETO es una ONG que al principio se dedicaba solamente a construir viviendas de emergencia. Son unas casas de madera, de solamente una habitación, sin baño y todas con las mismas medidas, 23 metros cuadrados. Estas casas se construyen sólo para las personas más pobres de las favelas; las que viven en una casa hecha con cartones y rodeados de basura y ratas. Ahora, esta organización, aparte de construir viviendas, también se dedica a otras cosas cómo entrevistar a todos los miembros de una comunidad (conjunto de favelas) para saber cómo ayudarles, cuáles son las necesidades primordiales que tienen, ofrecerles un centro comunitario para que puedan reunirse, discutir y mejorar entre todos la favela.
¿En qué consiste su trabajo?
— El trabajo que he hecho hasta ahora ha consistido en hacer entrevistas durante todo un fin de semana, de una duración aproximada de una hora. Parece que no, pero estas cosas llevan mucho trabajo. Ese fin de semana se hicieron unas 2.500 entrevistas y todo eso tiene que pasarse luego al ordenador para sacar conclusiones con respecto a cada comunidad y empezar a actuar en ellas. Otro fin de semana también me dediqué a pintar las casas que anteriormente habían construido otros voluntarios.
¿Cree que es posible erradicar el problema de la vivienda en ese país?
— Creo que sí es posible. Pero también creo que será difícil y que va a llevar mucho tiempo. El problema aquí es que el gobierno, que es el que debería hacer algo para ayudar a estas personas, no lo hace. Pero bueno, mientras haya personas que sí tengan la voluntad de ayudar, creo que algún día ese problema se solucionará. Una de las cosas que más me sorprendieron de los habitantes de las favelas es lo mucho que confían en TETO. Y eso es lo mejor, porque si confían, puedes ayudarles a organizarse, a hablar entre ellos, a ayudarse, y eso ya hace mucho dentro de una favela. Es impresionante cómo te agradecen el trabajo que haces para ellos, es totalmente una lección de vida. Te abrazan, te dan besos, te dan las gracias mil y una veces, te dicen que eres un ángel, que gracias a Dios que existe gente como tú en este mundo. De esa forma hace que yo, como voluntaria, vaya a volver una y otra vez a hacer todo lo que pueda para ellos.
En nuestro país, el estallido de la burbuja inmobiliaria ha llevado al paro a muchos profesionales de su sector. ¿Cómo se plantea su futuro profesional en esta coyuntura? ¿La vocación puede con todo?
— Aún me quedan un par de años para acabar, ya que al finalizar el grado en Arquitectura es obligatorio hacer un Máster Habilitante. Pero obviamente el futuro del arquitecto es inquietante. Sin embargo, mi pareja siempre es muy optimista en ese aspecto y me transmite ese optimismo. Creo que si una persona realmente se esfuerza haciendo lo que le gusta y es constante va a tener su gratificación algún día. Confío en todo lo que he aprendido en la ETSAM y me veo capacitada para encontrar un buen trabajo. Cuando uno sale fuera se da cuenta de la buena educación que ha recibido. En la India hice un workshop de Arquitectura con estudiantes de mi universidad y de la universidad TU Delft, mundialmente conocida y considerada una de las mejores del mundo. Sin embargo, el nivel de los estudiantes de la ETSAM era visiblemente superior. Aquí en Brasil pasa algo parecido, la Faculdade de Arquitetura e Urbanismo (FAU) está considerada la mejor Universidad de Arquitectura de Sudamérica y el nivel, a mi parecer, es inferior al de la ETSAM. Y eso sólo me hace motivarme aún más y esforzarme para poder trabajar en lo que realmente me gusta.
Volviendo a su momento actual, cuéntenos cómo está siendo su vida en Sao Paulo, su día a día.
— Tengo clase cuatro días a la semana y el resto del tiempo intento conocer sitios de la ciudad y viajar todo lo que puedo. Esta semana pasada he estado viajando por el estado de Minas Gerais y me ha parecido alucinante. También me he apuntado a una coral porque no puedo vivir sin la música. Desde pequeña cantaba en la Escolanía de Ciutadella y desde entonces no he dejado de hacerlo. En Madrid me apunté a otra coral y aquí no podía hacer menos. Es mi momento de desconexión de todo y de cargar energía para toda la semana. Vivo en una república (casa compartida) con tres franceses y un español que se han convertido en mi familia. Nos pasamos las tardes entre churrascos, caipirinhas y tocando la guitarra con gente impresionante con la que cada día aprendes algo. Estar de intercambio aquí te da la oportunidad de conocer gente constantemente, españoles, franceses, brasileños, chilenos, mexicanos... Es muy enriquecedor todo lo que esta mezcla de culturas y pensamientos me aporta a mi como persona.
¿Se ha sentido bien acogida en el país?
— La verdad es que como todo el mundo dice los brasileños son un amor. Te quieren ayudar siempre, en cualquier lugar, a cualquier hora y para cualquier cosa. Un día estaba volviendo a casa con una maqueta que se estaba tambaleando y el conductor del autobús me dijo qué material me convenía usar para que la maqueta fuera más rígida. ¡Son encantadores!
¿Qué planes de futuro tiene para cuando se acabe su etapa en Brasil?
— Voy a quedarme aquí hasta julio del año que viene. Entonces, obviamente, voy a pasar mis vacaciones en Menorca y luego volveré a Madrid a finalizar la carrera. Después de eso, quien sabe, ¡el futuro dirá!
¿Es realmente Sao Paulo una ciudad tan insegura como dicen?
— El barrio donde vivo, Vila Madalena, realmente es bastante seguro. Sin embargo, no es recomendable ir hablando con el móvil por la calle. De hecho, hace nada le robaron el teléfono a mi compañero de piso al lado de casa. En el resto de Sao Paulo, depende de la hora y del lugar, sólo hay que saber cuándo se puede ir y cuándo no. Por ejemplo, la zona de la universidad es bastante peligrosa por la noche. Hay que tener cuidado y si te atracan, ¡darles todo!