Recién licenciado y con ganas de conocer mundo, barajó varias opciones antes de salir al extranjero pero finalmente su conocimiento del inglés inclinó la balanza. Así que Londres es su primera parada y su base de operaciones. Valentín León terminó la carrera de Filología Hispánica y aunque ahora mismo las letras no son la base de su sustento económico, tiene la suerte de que está rodeado de ellas. Trabaja en la cafetería de una de las mayores librerías de Europa y una de las más carismáticas: Foyles, en la bulliciosa Charing Cross Road londinense, la calle de los libreros.
Café con libros, ¿cómo llegó a ese maridaje?
— Ha sido mi primer y único trabajo en Londres. Ya trabajé al llegar, en 2013, en la cafetería cuando Foyles estaba en el antiguo edificio. Hace unos dos años se trasladó al edificio actual, que está en la misma calle pero ahora ocupamos lo que era la escuela de arte Saint Martins, y el café está en la quinta planta. Estoy contento porque me da estabilidad económica, ahora mismo lo que paga mi renta es ser barista (un especialista en la preparación de cafés espresso, en las mezclas y el arte de la leche), y me beneficio de un descuento del 30 por ciento en los libros.
Así que sirve algo más que un cortado...
— Sí. Yo había trabajado algunos veranos en bares en Ciutadella, sabía hacerlo. Pero aquí he aprendido a ser mucho más cuidadoso, a hacer dibujos con la leche y la espuma en el café, en resumen, a mimarlo. También he hecho trainings para otros camareros, les he enseñado.
¿Qué tipo de gente acude a Foyles?
— Viene todo tipo de gente a comprar libros o a tomarse su té o su café o las dos cosas. Pero también es un lugar en el que puedes ver famosos. Yo pude conocer en persona al músico Joe Cocker poco antes de que falleciera, y también ha venido por aquí la cantante Patti Smith. Hay actores y actrices de series famosas como Juego de Tronos o The Walking Dead que también han pasado por el Café at Foyles, pero no me acuerdo de sus nombres. En Londres todos los bares y cafés funcionan pero este modelo de ir a leer o a trabajar y tomar un buen café, funciona y muy bien. Vienen estudiantes y turistas, entre ellos muchos españoles.
Ha dicho trabajar mientras se toma un café ¿cómo funciona eso?
— Bueno, yo mismo lo hago. Cuando no estoy trabajando en Foyles doy clases de español y voy a unos cuantos cafés que están cerca de mi casa, donde sé que podemos estar tranquilos. El «Hej» y el «Fuckoffee» por ejemplo. Es más sencillo, por falta de espacio en casa, o por las distancias, muchas personas dan clases en cafés tranquilos.
¿Tiene muchos alumnos?
— Sobre todo gente joven, un par de ellos aprenden porque quieren pasar los dos meses de verano en Formentera, otros son gente que lo necesita para el trabajo, o que ya sabe un poco y quiere recuperarlo. Tengo alumnos ingleses, irlandeses, una chica que es de origen japonés y alemán, y un sueco. Hay interés por aprender español, es la tercera lengua más hablada, aunque ellos (los británicos) creo que tienen más facilidad para el alemán. Hay mucha presencia también de gente sudamericana y eso potencia el interés por el español, las ganas de estudiarlo.
¿Por qué decidió instalarse en Londres?
— Siempre quise irme al extranjero, a otro lugar, a aprender otra lengua. Me influían las historias que mi madre me contaba de mi abuelo Valentín, que viajó muchísimo por todo el mundo, Estados Unidos, Sudamérica..., quería experimentar ese espíritu aventurero y tener un recuerdo bonito de otras ciudades. Aunque él viajó por otras causas, por obligación, debido a la Guerra Civil y el exilio.
¿Gran Bretaña fue su primera opción?
— No. Vine en un principio con otro amigo, el pintor Joan Taltavull. La verdad pensamos primero instalarnos en Berlín, pero el alemán no era tan sencillo, así que fuimos a algo más fácil, pero luego me di cuenta de que mi inglés era malo. Pensaba que era bueno cuando me mudé pero la ciudad, en ese sentido, me dio un bofetón espectacular. Nunca había estado antes en Londres y nada más llegar me encantó.
¿Fue duro adaptarse?
— No tanto, nos quejamos pero no fue tan complicado, porque lo mejor de Londres es la gente. Hay mucha que llega como llegamos nosotros, a buscarse la vida, y necesitan hacer amigos. El primer mes lo dedicamos a buscar un trabajo para sobrevivir aquí, de lo que fuese, y lo más difícil, a buscar vivienda, que es muy cara. Lo de la vivienda y el transporte es lo más chocante, muy caro.
Nos mudamos a un barrio de moderneo, muy hype, Brick Lane, pero teníamos que compartir el piso con mucha gente. Después mi amigo se marchó, y yo ahora vivo en un piso solo, en el sureste de Londres; la zona es la de Elephant and Castle y estoy a solo diez minutos caminando de London Bridge.
Y con los británicos ¿qué tal se lleva?
— Creo que en Londres deben quedar pocos (ríe), pero los que hay te reciben bien, están acostumbrados. La inmigración es el motor de su país y lo saben, no son tontos. Lo que pasa es que muchos se mudan a las afueras de la ciudad, donde el precio de la vivienda es más asequible.
¿Cómo es su día laborable?
— Trabajo cuatro días a la semana pero en esos cuatro días cumplo las 36 horas de trabajo semanales. Lo que pasa es que hago turnos, y así puedo dar mis clases y también he hecho alguna traducción y colaboraciones con una editorial sin ánimo de lucro. Voy en autobús a Foyles, tardo una media hora en llegar, y mi jornada depende, hay días que trabajo de 8 a 16 horas y otros, de 11 a 20.30 horas.
¿No es tarde para el horario británico?
— No porque en esta zona, en el centro, todo abre hasta más tarde y sea la hora que sea, de día o de noche, siempre hay gente en Charing Cross Road. Es una calle con mucha vida.
¿Cuales son sus planes, seguirá en la librería mucho tiempo?
— En realidad no, quiero buscar trabajo relacionado con mis estudios, ahora ya tengo suficientes conocimientos de inglés como para intentarlo.
¿Entonces, se va?
— A corto plazo sí, voy a dejarlo todo y pasaré el verano en Menorca. Lo haré en junio, porque tengo que asistir a una boda y claro, también para poder estar en las fiestas de Sant Joan. He comenzado a buscar otro tipo de trabajo más próximo a la filología y espero poder hacerlo por ejemplo en editoriales. En Foyles me han dicho que tengo la puerta abierta para volver, pero si lo hiciera me gustaría que fuera en la librería.
El verano en Menorca es lo que más se echa de menos, la verdad, aquí son solo dos semanas de sol y calor, así que ya avisé a mi familia de que no quería pasar otro verano aquí. Es lo que menos me gusta, el clima en general.
En Foyles tendrá un plus...
— Sí, porque ya me conocen, saben lo que he estudiado y si falta una plaza en la sección de español por ejemplo, me llamarían.