«Si solo puedo trabajar cuatro horas cada fin de semana tendré que cerrar el negocio». «Abro a las once todo el año, estoy pase lo que pase, haya tres o treinta personas, me he pasado muchas horas aquí solo para poder levantar el local». «El proceso para lograr el permiso de discoteca fue largo, tortuoso y carísimo, y ahora que lo tengo si me reducen el horario dejaré de ofrecer música en vivo, vale mucho dinero».
Estos son solo algunos de los argumentos de empresarios del sector del ocio que están en contra de la modificación de horarios en Maó ya que les obligaría a adelantar el cierre dos horas, de las 6 a las 4 de la madrugada.
Apagar la música a las 4 horas puede parecer más que suficiente pero el mundo de la noche, afirman, tiene sus propias dinámicas, modas, flujos y por supuesto, horarios, y éstos son cada vez más tardíos. «Solo abrimos los viernes y sábados, me llega gente a partir de la una, casi a las dos, y si cerramos a las cuatro no hay negocio», asegura Jhon Riveros, gerente de la sala «Assukar» uno de los locales de la calle Borja Moll de Maó. Esa misma explicación se la ofreció a la alcaldesa Conxa Juanola y al concejal Vicenç Tur cuando reunieron a los empresarios del sector para avanzarles su intención de modificar la hora de cierre y recabar su opinión.
Riveros confía en la voluntad de consenso que ha manifestado el gobierno municipal y en que se pueda reconducir ese cambio de ordenanza, tal vez con una hora de echar la persiana intermedia, a las 5.30 de la madrugada. De lo contrario, al igual que manifiesta su compañero de zona, el gerente del local «Zouck», Adriano Rodrígues, se perderán los negocios y el empleo directo e indirecto que generan. Ambos tienen licencia de café-concierto y hace tiempo que afrontan quejas vecinales, aunque aseguran que los problemas no se dan con el desarrollo de la actividad en el interior de sus salas.
También el propietario de un veterano restaurante de Maó, «El Grill» del aeropuerto, Lluís Beso, se siente muy perjudicado por la iniciativa municipal, ya que obtuvo la licencia para ofertar música, con la disco-terraza Tiffany's y, aunque no tiene vecinos cerca, también se vería afectado por el cambio de horarios. «Llevo trabajando en este negocio 31 años y me he llevado una sorpresa grande, porque esta es una zona en la que no se generan molestias», asegura. El empresario entiende que se reactive el puerto de Maó, donde al parecer la ordenanza sería más flexible y se permitiría una hora más de apertura, pero añade que «quieren revitalizar el puerto pero lo hacen perjudicando a los que están en el centro, o en mi caso, en el aeropuerto». Eso, para este propietario, tiene un nombre: «el Ayuntamiento nos hace competencia desleal, nos perjudica y favorece a otros».
En el puerto, donde los locales cierran a las 5, el propietario del «Ama-gi», Albert Marquet, opina que el Ayuntamiento «toma medidas generales» pero el conflicto está en la calle Borja Moll, no en su zona, donde asegura que nunca ha tenido quejas de las viviendas más próximas, las de la calle Isabel II. La Costa des General ha visto cómo muchos clientes se desplazaban al Moll de Llevant. Algunos pubs se reconvierten y ofrecen restauración y música tras la cena. «El tema de las copas y el ocio está mal», afirma el dueño de «El Grill», «y esto solo lo empeora».