No llegan a tiempo. El 31 de diciembre se cumple el último plazo para que la central de Maó se adapte a la directiva europea de reducción de emisiones y el proyecto promovido por Endesa para utilizar agua de la depuradora de Es Castell para refrigerar el proceso de combustión de tres de las cinco turbinas de gas no avanza al ritmo deseado. Las obras de canalización, que tienen un plazo de ejecución de once meses, todavía no han comenzado, lo que obliga a buscar alternativas para evitar que se ordene la clausura de los grupos más contaminantes, lo que impediría a la térmica satisfacer la demanda insular en 2020.
Los trabajos para adecuar las turbinas, instalar un tanque de agua y una planta de ósmosis en los terrenos de la central sí avanzan a buen ritmo. Ya están construidos los cimientos de la planta y la semana que viene se prevé que se empiece a levantar. El problema es que la obra más complicada tanto por la tramitación , como por la ejecución, el tendido de dos tuberías (una de ida y otra de retorno) para hacer llegar el agua depurada a la central todavía no cuentan con licencia.
Endesa ya ha asumido que no llegará a tiempo a pesar de que ayer destacaba que se está trabajando conjuntamente en plena colaboración con las administraciones implicadas. De todas formas la compañía asegura que cumplirá con la directiva europea y que a partir del 1 de enero de 2020 las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) se habrán reducido en un 70 por ciento. No habrá represalias de la UE. ¿Cómo lo harán?
A falta de canalización, la empresa recurrirá a camiones cisterna para hacer llegar el agua depurada hasta la central, una alternativa temporal hasta que la canalización esté operativa, se espera que no más tarde del verano de 2020. Esta medida excepcional todavía está en fase de análisis, por lo que todavía no se ha establecido cuántos camiones serán necesarios, teniendo en cuenta que el agua debe llegar a la central, pero también volver a la depuradora una vez tratada.