«En medio de esta situación extraordinaria podemos vivir nuestra fe en Jesucristo muerto y resucitado», afirmó el obispo Francesc Conesa en la homilía de la Eucaristía del Domingo de Ramos oficiada en la Catedral de Menorca. Con este acto litúrgico –que fue emitida en directo a través del canal del Obispado de Menorca en Youtube, con comentario a cargo del presbítero Antoni Fullana- dio comienzo la Semana Santa menorquina marcada por el confinamiento para evitar la propagación del coronavirus.
Conesa Ferrer, que concelebró con el vicario general, Gerard Villalonga, y el rector de la Catedral, Josep Manguán- señaló que «este año nuestras celebraciones tendrán un tono particular porque la pandemia que vivimos nos obliga a permanecer en nuestras casas y evitar aglomeraciones» y añadió que «al llegar estos días echamos de menos poder celebrar juntos nuestra fe y salir para acompañar a los pasos en las procesiones con las que trasladamos a nuestras calles lo que vivimos en nuestros templos». Unas circunstancias excepcionales que «nos exigen estar muy atentos para vivir con intensidad estos días santos».
«Será necesario –subrayó el pastor de la diócesis menorquina- romper la monotonía a que nos tiene acostumbrados las tres semanas que llevamos recluidos en nuestras casas para disponer de un tiempo más prolongado de oración, de escucha de la Palabra de Dios y de reflexión.»
Doloroso aislamiento
En esta homilía del Domingo de Ramos, Conesa dirigió su reflexión a «muchas personas que estos días se han sentido también solas y, quizás, abandonadas. El doloroso aislamiento al que nos condena el virus provoca esta sensación, tanto en las personas enfermas como en sus familias». También admitió que «no pocos se han sentido abandonados de Dios y han clamado a él en su dolor», pero concluyó que «Jesús crucificado nos enseña a confiar en el Padre en todo momento y a invocarle con la seguridad de que no se queda al margen, sino que se implica en nuestro dolor y desdicha».
La iglesia de Menorca empezó ayer la Semana Santa con estas palabras del titular de la sede de Severo. Proclamó el prelado Francesc Conesa que «es tiempo de acompañar a Jesucristo que entra en Jerusalén, que se sienta a la mesa, que camina hacia el Calvario y que espera la mañana de Pascua. Pidió que «velemos junto a él y no le abandonemos. Estoy seguro de que si lo hacemos así, nos llenará con su paz y con su amor».
Palmas y ramos de olivo
En este singular Domingo de Ramos no hemos podido salir a nuestras calle con las palmas para aclamar a Jesucristo como el Mesías, hijo de David, «pero –afirmó- podemos realizar lo que este gesto significa, que es dar la bienvenida a Cristo en nuestra vida. Llevar en las manos unas palmas y ramos de olives es sólo un símbolo que expresa nuestro deseo de acogerle de verdad entre nosotros. Por eso, desde lo más hondo de nuestro corazón unimos hoy nuestras voces a las de los niños hebreos para para gritar ‘bendito el que viene en nombre del Señor', bendito seas, Jesús; sé bienvenido a nuestras vidas, llénalas con tu bendición, tu misericordia y tu paz».
A partir de la frase del evangelista Mateo «todos lo abandonaron», preguntó el obispo Francesc «si de verdad acogemos a Cristo en nuestra vida y si estamos dispuestos a seguirle también en los momentos de dolor, la contradicción y la dificultad», porque «seguir a Cristo significa asumir la cruz, el servicio a todos y el amor a los últimos».