Los locales dedicados al ocio nocturno han cerrado su año más negro y el futuro no se presenta nada halagüeño. Aguantan el chaparrón, pero no saben hasta cuándo. Algunos locales estiman que en las próximas semanas habrá cierres por una situación insostenible. Los locales consultados indican que están echando mano de ahorros para seguir cumpliendo con sus pagos fijos mensuales sin que haya entrada de dinero que ayude a amortiguar el golpe. Y mientras algunos se han visto obligados a cerrar a cal y canto y sin fecha para la reapertura, los que han podido y decidido abrir lo hacen como parche para ralentizar la hemorragia económica y no acabar desangrándose. Pero de ganancias, nada, aseveran.
No hay duda de que el toque de queda, las obligatorias distancias de seguridad y la necesidad de evitar interacciones entre personas no convivientes han cortado las alas a estos locales. Y solo permanecen abiertos aquellos que se han reconvertido en bares de carácter diurno.
La zona de Es Pla del puerto de Ciutadella luce completamente desierta de actividad. Varios propietarios coinciden en asegurar que tenían la opción de abrir como bar siempre que renunciaran a su licencia «y nunca más la hubiéramos recuperado». Pudieron abrir sus locales a mediados de julio. Y el día 18 de agosto tuvieron que volver a cerrar. «Aguantamos, pero no sé hasta cuándo lo vamos a resistir, a mi me gustaría celebrar Sant Joan, pero lo veo complicado», apunta uno de los encargados. Critica la falta de empatía con el sector y no entiende por qué pese a tener terraza no la puede mantener abierta mientras otros bares de la ciudad sí pueden aprovecharla. «Se ve que al virus le gusta más un local que tiene licencia de discoteca que el que es un bar». Este propietario de la zona de Ponent calcula unas obligaciones a satisfacer mensualmente de 1.600 euros, además del alquiler que estima en otros 2.000 euros más «habiendo trabajado tres semanas en verano». Su esperanza radica en una apertura para el mes de junio, al menos de las terrazas, y empezar a activar el sector con las mismas medidas de higiene y distancia que aplican otros locales en estos momentos. Y advierte a las administraciones que «en Menorca no hay macrodiscotecas como en Eivissa, son locales reducidos, la discoteca más grande de Ciutadella tiene 200 metros cuadrados, no se puede aplicar la misma vara de medir».
Otro propietario estima que desde el mes de marzo ha desembolsado en gastos fijos de su empresa en torno a 50.000 euros. «La situación es muy complicada» pero confía en la nueva temporada. «Debemos luchar para poder abrir en primavera, aunque no sea como las anteriores, tampoco debe ser com esta pasada, me considero con el derecho de poder abrir».
«Sobre la balanza estaba si se pierde menos abriendo o cerrando, pero siempre pierdes, mes a mes», apunta otro propietario que, en su caso, sí puede abrir el local. Y agrega otro valor añadido, el de «querer dar trabajo al personal», por reducido que sea. Aboga a su capacidad de resistir. En su caso, han pasado de 11 a 3 trabajadores en plantilla para poder abrir «los sábados y solo un rato» y agrega que «los alquileres y los gastos se mantienen cuando las cajas son una pequeña fracción de lo que eran». Incluso ansía una obligatoriedad de cerrar acompañada de una ayuda directa.
En lo que respecta al puerto de Maó y, en concreto al Moll de Ponent, la preocupación y el desasosiego se dan la mano. En su caso y a diferencia de Ciutadella, los locales de ocio nocturno han podido mantenerse abiertos como bar, con mesas y distancia. Pero la mitad abre solo el sábado, desde las 18 y hasta el toque de queda, por lo que «no hay por donde cogerlo». Y algunos propietarios estiman que después de Reyes más de uno va a echar el cerrojo porque «la situación se hace insostenible». La otra mitad se ha reinventado apostando por ofrecer al cliente bocadillos o algunos platos de comida para «pellizcar por donde puedan y aguantar hasta que no puedan más». «Estamos trabajando a un 30 por ciento», indican.
Los alquileres son un gran quebradero de cabeza para estos locales. Algunos propietarios han rebajado la cuota o la han perdonado para los meses en los que están cerrados. Pero muchos siguen afrontando sus obligaciones con el arrendador. Y tantos pagos sin cajas les está ahogando. Todos echan de menos ayudas directas que cubran un porcentaje de lo facturado el año anterior, por ejemplo.