Entre 150 y 200 personas se concentraron este martes por la tarde en la Plaça Miranda de Maó para protestar por la detención del rapero Pablo Hasél, reclamar libertad de expresión plena y reiterar las críticas del cantante a la familia real española. La convocatoria se transmitió por las redes sociales sin promotor conocido, y a ella respondieron muchos jóvenes, veteranos habituales de estas citas y ningún dirigente político. Se vieron pancartas y se escucharon cánticos improvisados. Ni discurso ni manifiesto.
A las 18.30 horas, hora fijada, se percibiría algo más de movimiento de lo habitual en la Miranda. Seis policías atentos delataban que algo iba a ocurrir allí. Poco a poco la concentración fue cuajando, pero en silencio. Entonces uno de los agentes se dirigió a una joven, que había movido la pancarta principal, y le requirió identificación, indicándole que la manifestación no se había comunicado como toca y habría que depurar responsabilidades.
La conversación del policía y la manifestante avivó los cánticos. «No més repressió, llibertat d'expressió», y derivados. Entonces se articuló un pequeño Fuenteovejuna, y varias personas se declararon convocantes de la concentración, dispuestas a ser identificadas como tales. Documentos acreditativos en mano, media docena de manifestantes se prestaron a que sus datos fueran anotados por las fuerzas del orden. Los policías anotaron dos nombres. Uno de ellos, Antonio Casero, el histórico y veterano activista de colectivos progresistas.
«Borbones ladrones» o «El próximo desahucio que sea en la Zarzuela» fueron algunas de las proclamas que se iban escuchando sin demasiado continuidad. Cuando ya pasaban de las siete de la tarde sucedió algo que era previsible que sucediera. La Policía, altavoz mediante, informó de que las reuniones de más de seis personas no están permitidas por aquello del covid. Caso omiso hicieron los presentes, aunque muchos habían partido ya y los presentes apenas eran algo más de medio centenar.