La pandemia ha convertido la oferta inmobiliaria de alto ‘standing' de Menorca en un auténtico imán para inversores nacionales e internacionales de alto poder adquisitivo, que en el último año y medio de crisis están protagonizando un mayor número de operaciones de compraventa en un mercado que está cada vez más alejado del común de la población. Mientras cae el número global de transacciones debido a la pérdida de ingresos, la inestabilidad laboral y las dificultades de financiación bancaria de buena parte de la ciudadanía, las inmobiliaria que trabajan con clientes premium están viviendo la tendencia contraria: registran un importante incremento del interés por hacerse con propiedades en la Isla, un aumento significativo de la facturación y un repunte del valor de las operaciones que cierran.
Desde Engel & Völkers, inmobiliaria especializada en el mercado de lujo, ponen cifras a la tendencia. El año pasado, el año de la pandemia, el número de consultas ‘on-line' por parte de clientes compradores aumentó un 30 por ciento en relación al año anterior. Y ese incremento de la demanda se ha traducido en un significativo repunte del valor medio de las operaciones cerradas. Si en 2019 ese precio medio de venta se situaba en 890.000 euros. En 2020 se alzó por encima del millón de euros, un aumento del doce por ciento que habla claro de lo que está ocurriendo. No es que los precios suban, de hecho se mantienen relativamente bajos para este tipo de mercado, sino que las inmobiliarias están pudiendo colocar propiedades de mayor valor, sobre todo de carácter singular o en primera línea de costa.
«Las propiedades de la Isla presentan un importante potencial de revalorización porque han mantenido unos precios moderados frente a otros destinos similares», destaca el director de Engel & Völkers Menorca, Gary Hobson, quien explica qué hace de Menorca un destino atractivo para el comprador de lujo: «Ofrece las ventajas del estilo de vida mediterráneo, así como un amplio abanico de propiedades en las que los clientes todavía tienen la oportunidad de aprovechar los precios comparativamente bajos y beneficiarse de las perspectivas prometedoras de una futura apreciación», un punto a favor tanto para particulares que apuesten por desconectar en Menorca, como para grandes inversores que quieran aumentar su capital.
Mónica Pons, propietaria y directora de la agencia local Inmobiliaria Pons Morales, dedicada al sector del alto ‘standing', confirma que «se están vendiendo propiedades de más valor, hay un volumen de ventas alto, aunque negociado, y la facturación ha subido». Explica que el perfil de los compradores ha cambiado de un tiempo a esta parte, con una presencia mínima –antes era mayoritaria– del cliente catalán y una mayor penetración de compradores madrileños y, en el ámbito internacional, franceses. Explica que este auge de las ventas de alto nivel no solamente se debe a la menor repercusión de la crisis para las rentas más altas, sino también a «un cambio de mentalidad» que lleva a muchos «a vender su primera residencia y venir a retirarse o a trabajar desde aquí».
Por su parte, el director comercial de Bonnin Sanso, José Pons, también es claro al percibir que Menorca se está posicionando como destino de seguridad y descanso, «factores que tienen un gran valor a la hora de decidir». Confirma que ha crecido la envergadura de las operaciones y asegura que la inversión nacional e internacional en propiedades de nivel es la que en estos momentos está sosteniendo un mercado de muy difícil acceso para las economías más ajustadas y afectadas por Expedientes de Regulación de Empleo (ERTE) y la inestabilidad laboral.
«Bloqueo» en rústico
Mónica Pons advierte no obstante que las propiedades en suelo rústico no se están pudiendo beneficiar de este auge del interés de grandes inversores en Menorca. El motivo, según denuncia, es el Plan Territorial Insular (PTI): «Hay un importante bloqueo de la venta de fincas rústicas, el PTI está haciendo mucho daño», asegura. «Es tan estricto, tiene tantas incongruencias y es tal el embrollo de normativas...». El resultado, explica, es que los compradores, al asomarse al galimatías administrativo al que se tendrán que enfrentar para llevar a cabo proyectos de transformación, se echan atrás.