Las embarcaciones de recreo tienen invadida la costa menorquina. No hay rincón del litoral insular que se libre. Algunos habituales del mar aseguran que la cantidad de barcos fondeados en las calas a estas alturas del año es inédita, una aglomeración en toda regla a pesar de la presunta inmensidad del océano, lo que genera daños colaterales en forma de incivismo.
Las empresas que gestionan amarres constatan el lleno casi absoluto durante julio y agosto, incluso desde Sant Joan. Una muestra de la demanda por navegar en aguas menorquinas son las ochenta boyas ecológicas instaladas en Fornells y la Illa d'en_Colom. Durante los cuatro meses de temporada del año pasado (de junio a septiembre) se formalizaron 1.068 reservas y en 2019 fueron 1.294. A comienzos de este agosto ya se han realizado 1.238, casi las mismas que hace dos veranos cuando aún queda mes y medio, según informan desde la Conselleria de Medio Ambiente y Territorio.
«Hay mucha presión, es constante, tanto para alquilar un amarre de base como para disponer de un amarre de tránsito durante todo el año por parte de gente con segunda residencia en la Isla», explica Maties Campins, gerente del Club Nàutic Ciutadella. Desde Amarres Menorca, Catalina Riera afirma que en «agosto estamos supersaturados, también en julio, debería haber más amarres». Joan Camps, presidente del Club Nàutic Fornells, afirma que el movimiento de barcos que registran es similar a ejercicios precedentes y que hace años presentaron un proyecto de instalación boyas ecológicas sin que hayan recibido respuesta.
Un pescador de la zona del poniente insular afirma que «hay más embarcaciones que otros años, una animalada más», al mismo tiempo que lamenta el descontrol con los barcos de recreo en comparación con el celo de la administración con los profesionales. Desde Salvamento Marítimo aseguran que el volumen de incidencias por averías o similares es similar a años previos a la pandemia, tras el sensible descenso del año pasado.