La legislación agraria contempla actividades complementarias para ayudar a la viabilidad del sector. Se admiten los alojamientos turísticos, el agroocio, la agrocultura o las cinegéticas, entre otras, explica el GOB.
En el caso de Menorca, cualquier modalidad de alojamiento turístico en el campo «ha de ir vinculado siempre a una actividad agraria significativa. Pero como los «alojamientos necesitan habitaciones, se abre una vía que no siempre se está usando como la mayoría de la gente pensaba», apunta.
Así, recuerda que si alguien pide construir nuevos edificios para hacer más habitaciones obtendrá una respuesta negativa. «Pero el relajamiento que hubo durante la vigencia de la Norma Territorial Transitoria hizo que la mayoría de los agroturismos tramitados entonces utilizaran todos los edificios agrarios para convertirlos en alojamiento», argumenta.
La consecuencia es que no quedan edificios agrarios disponibles y «tramitan autorizaciones para construir otros nuevos. El resultado, como vemos, es que al final se añaden nuevos edificios a la finca. Eso traducido en términos de valor en el mercado, provoca que la finca aumente mucho de precio. Y el problema, todavía actual, es que no hay límites en el número de nuevos edificios agrarios», denuncia.
En alusión indirecta a la explotación vitivinícola proyectada en la finca de Torralba, en Ciutadella, recuerda que pidió autorización para ocho edificios nuevos, que finalmente serán seis, «pero nada impide que soliciten veinte. Solo hace falta que un ingeniero agrónomo, colegiado en cualquier punto de la geografía aceptada como compatible, certifique que estos edificios son necesarios. Un agujero que hay que tapar con urgencia», agrega.
El grupo ecologista atribuye estos excesos a la NTT, ya derogada, pero lamenta que todavía estamos «sin defensa contra los agroturismos que transforman bouers en habitaciones y luego cierran la actividad turística» con el argumento de falta de viabilidad del negocio y las fincas quedan con más construcciones.
El Gob, izquierda caviar. El ecologismo surge en un Occidente plagado de panzas llenas y vidas livianas que duermen sobre el colchón del estado del bienestar. Esto explica que se anteponga la preservación del hábitat de cuatro tortugas a la limpieza de un torrente que puede provocar graves inundaciones o como que se prime el interés de un puñado de árboles a la necesidad económica concreta. El ecologismo es muy peligroso porque ante todo es antihumanista. Organizaciones como el Gob parten con el discurso moral ganado (¿Quién se opone a cuidar de la naturaleza?) cayendo simpáticas a la mayoría de la sociedad que acaba por aceptándolas cómo imprescindibles. Y yo pregunto: ¿Acaso el payés que se gana la vida cultivando su tierra no hará lo necesario para cuidarla para poder seguir viviendo de ella? ¿Acaso un empresario que invierte millones de euros en hotel rural no hará todo lo posible para cuidar de esas tierras que serán, al fin y a la postre, su sustento? Nada se cuida mejor que lo privado. Mientras toleremos un lobby como el Gob, estaremos estancados. El ecologismo es una nueva religión similar a los movimientos milenaristas de escatología fatalista que durante toda la historia han ido surgiendo. No olvidemos que el problema del ecologismo es el ser humano y que tras sus premisas se hayan camufladas tesis Maltusianas, Galtonianas o incluso, basadas en el darwinismo social.