La pandemia de covid-19 puso de manifiesto la relevancia de la ética a la hora de tomar decisiones sobre salud pública. El uso de algoritmos, ya sea para geolocalizar pacientes o para decidir quiénes tenían prioridad para ingresar en la UCI, es uno de los aspectos que se debaten esta semana en el II Encuentro ESPACyOS (Ética Salubrista para la Acción, Cuidados y Observación Social), que se celebra en la XXXIII Escola de Salut Pública de Menorca.
Ramón Ortega, profesor de bioética y coordinador del encuentro junto con David Rodríguez-Arias, señala que parte de los problemas éticos que plantea dejar la toma de decisiones sobre salud en manos de los algoritmos es que estos no siempre son transparentes ni están libres de sesgos. El proyecto que analiza esta cuestión -liderado por Àngel Puyol- y que se debate en la EMSP, se centra en cómo identificar estos sesgos y en establecer criterios de calidad en el uso de los algoritmos. No obstante, según Ramon Ortega, «nunca se puede estar totalmente seguro de que una decisión tan complicada y con tantas ramificaciones ha sido justa. Ni siquiera cuando no es un algoritmo, sino una persona, o un grupo de personas, quien la toma. Hay múltiples formas de entender lo que es justo, y cada noción de la justicia tiene sus presupuestos y consecuencias, sus ventajas e inconvenientes».
Para determinar si una decisión es justa -señala Ortega- es fundamental que el procedimiento que ha llevado a tomarla sea transparente, inclusivo, revisable y si incorpora mecanismos para evitar formas de discriminación.
Según el profesor de bioética, la edad, por ejemplo, fue un criterio éticamente controvertido a la hora de establecer la prioridad de acceso a recursos sanitarios escasos durante la pandemia.