Ciutadella amaneció ayer aparentemente como un sábado cualquiera del mes de abril, sobre las once de la mañana el centro de la ciudad registraba una destacable afluencia de personas que acudían a los comercios, mientras dos grupos de turistas seguían las explicaciones de sus respectivos guías sobre el significado de los Tres Tocs y de los gremios medievales.
No obstante, en los alrededores de la Catedral de Menorca había una inusual expectación ciudadana, con una discreta pero perceptible presencia policial, y más cuando sobre las once y veinte llegaba desde la sede episcopal el obispo electo Gerardo Villalonga acompañado de su séquito para asistir a su ordenación episcopal y toma de posesión como obispo de Menorca.
El interior de la Santa Iglesia Catedral Basílica de Menorca estaba literalmente abarrotada de personas, amigos, vecinos e invitados, entre ellos Guillermo Pons Pons, el sacerdote más longevo de la diócesis, para participar en el acto que consagró al segundo obispo menorquín como titular de la diócesis de Menorca en los últimos 225 años de la historia de la Iglesia menorquina.
La ordenación episcopal se desarrolló acorde con el programa establecido y con una intensa emoción contenida entre el público asistente que siguió atentamente el acto desde el saludo inicial del nuncio apostólico Bernardito Auza hasta las palabras de agradecimiento del recién nombrado obispo de la Isla, Gerard Villalonga.
Fueron varios los momentos a a lo largo de la ordenación episcopal y la toma de posesión del nuevo obispo que Mn. Villalonga Hellín fue cálidamente aplaudido por todos los presentes, sobre todo cuando recibió el báculo de manos del nuncio apostólico y también durante el recorrido que hizo en el interior del templo para bendecir a los presentes y al conjunto de cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes que le acompañaron en un día tan especial.