El GOB finaliza este semana su campaña de concienciación sobre un «turismo positivo» lanzando un mensaje a los visitantes sobre las bondades de la posidonia (y sus restos) que se encuentran sobre la arena de algunas playas. «La posidonia no es suciedad», explican, «la suciedad es la presencia masiva de plásticos que acaban descontrolados por el medio natural».
«Sorprende que el sector turístico siga pidiendo su retirada de las playas urbanizadas», señalan los ecologistas en base a los conocimientos científicos sobre la contribución de la posidonia al ecosistema de las playas. «Su presencia se tendría que poner en valor», apuntan, y no entienden que «todavía se retire» en el litoral más urbanizado.
En los últimos años se ha avanzado en la protección legal de la posidonia, que conforma un hábitat considerado prioritario a nivel europeo, ya no se retira de la mayoría de playas naturales o virgenes y se han habilitado embarcaciones de vigilancia para evitar el fondeo sobre las praderas.
En cuanto a los plásticos que inundan el litoral, el GOB hace un llamamiento global a desmarcarse del actual sistema de producción que genera una gran cantidad de residuos no naturales. Y añaden: «Dejar de comprar a los proveedores que no evolucionen hacia los materiales biodegradables debería ser una petición unánime de los portavoces turísticos».
La posidonia, concluye el GOB, es una planta que puede vivir miles de años y está «intrínsecamente ligada a la formación de las playas» de Balears, ya que en su entorno se reproducen los organismos que originan la arena. Además, los restos de posidonia que llegan a las playas ayudan a la formación de los sistemas dunares y la planta captura grandes cantidades de CO2.
Su crecimiento es muy lento y entre sus principales amenazas figuran el vertido de aguas residuales mal depuradas, la salmorra procedente de las desaladoras, los fondeos indiscriminados o la agitación del fondo marino por el uso agresivo de motores.