El día de reflexión se ha consolidado en el calendario electoral como el día E, el de la expectativa, jornada de puente entre el ajetreo de la campaña electoral y el día D, el de la decisión de los votantes.
Pero la tradición, promovida por los medios de comunicación, lo ha convertido en otro día de campaña con una versión más humana de los candidatos, que ese día cambian oratoria y promesas por la imagen familiar, doméstica, deportiva, culinaria o de recreo de un sábado cualquiera que, sin embargo, en función de los resultados de esta noche será recordado como un sábado especial. Todo forma parte del mercado del voto.
También conocemos dónde y a qué hora votan este domingo y por la noche esperamos sus reacciones, el protagonismo no se interrumpe para los que ganan hasta que toman posesión y transforman en emoción el nerviosismo que irremediablemente les acompaña este sábado. Si alguno dice que está tranquilo esperando el veredicto de la voluntad popular, miente.
Frente a los que sostienen que esta pausa ha perdido sentido en estos tiempos veloces, la costumbre del día de descanso, horas de calma tensa, se ha consolidado en el calendario y ya es una pieza imprescindible en la tramoya electoral. Tiene pleno sentido.