Habiéndose celebrado su 45 aniversario el pasado mes de diciembre, la Constitución está más en entredicho que nunca en medio de un panorama político polarizado. Además de hablar de turismo y derivados, la nueva conferencia de la Fundació Rubió también considera necesario trasladar a Menorca cuestiones tradicionalmente limitadas a la capital, como es la Constitución.
Con esa excusa, la directora de la Fundación Felipe González, Rocío Martínez-Sampere Rodrigo (Barcelona, 1974) se presenta este viernes en la Fundació Rubió para hablar sobre «Convivencia y Constitución en tiempos de monólogos» para entablar un diálogo con los asistentes acerca de la actual situación política, fijando la Constitución como un «marco de valores compartidos» antes de que las fisuras se vuelvan «fracturas».
En 2006 fue elegida diputada por Barcelona en el Parlament hasta que renunció a su escaño una semana después de las elecciones municipales de 2015. ¿Ya veía estas fisuras de las que habla en sus tiempos como diputada?
—Sí, totalmente. A veces digo en broma que empecé a vivir el ‘procés' en Cataluña y que ahora lo estoy volviendo a vivir en Madrid.
Los tiempos que estamos viviendo empezaron con las consecuencias de la crisis económica y financiera de 2009, la cual coincidió con la gran manifestación a favor de la independencia en 2012 y el 15-M. Por tanto, creo que se plantearon los tres grandes interrogantes sobre nuestro sistema político institucional, nuestro modelo territorial y nuestro modelo social y todavía no hemos podido superarlos de manera concluyente y consensuada más de una década después.
Algo más alejada del día a día político y desde un prisma diferente como ofrece el puesto de directora de la Fundación Felipe González, ¿cómo se ve la actual situación política desde la distancia?
—Obviamente. Como portavoz de Economía y presupuestos se vivía con mucha intensidad y representando la posición de un partido, como es el PSC.
Ahora estoy en una fundación. Las personas con las que trato, que cuentan con trayectorias distintas y que no solo se dedican a los asuntos políticos y colectivo, o voces de América Latina, donde también hacemos mucho trabajo, me ofrece una perspectiva mucho más internacional que en mi época de diputada, además de una reflexión y una transversalidad de todo tipo, no solo ideológica.
Como directora de la Fundación, ¿cuál es su papel dentro de la entidad y qué objetivos persigue la misma?
—En España es algo inusual ver una fundación de este tipo. Si vamos a Estados Unidos, vemos que muchos expresidentes tienen sus propias fundaciones, desde Clinton a Obama. Este sería el modelo.
Por un lado, trabajamos en el legado del presidente Felipe González, que es el legado de una época en nuestro país y que lo ponemos a disposición de los ciudadanos a un solo clic de distancia: todos sus archivos, papeles, reflexiones... además de los de otros protagonistas de la época.
A la vez, realizamos proyectos de futuro compartidos con otras entidades que no ayudan a solucionarlo todo, pero sí que arrojan un poco de luz en todos estos retos e interrogantes que tenemos planteados. El lema de la fundación es «aprender del pasado y aportar al futuro».
Entonces, ¿se ve volviendo a la política en el corto plazo o es una puerta que ya ha cerrado de forma definitiva?
—Uno no deja la política. Es la manera que tiene uno de entender el mundo. Como decía Hannah Arendt, es la dimensión más completa del ser humano. Por tanto, yo siempre voy a tener una visión política sobre el mundo porque me interesa el mundo y nuestro espacio político compartido. Eso va a ser siempre así.
Otra cosa es en qué trabajo. Veo bastante difícil, por no decir imposible, que mi día a día vuelva a estar dedicado a la política representativa.
Tengo entendido que no es ni mucho menos su primera vez en la Isla, por lo que puede tener una mayor facilidad a la hora de conectar con los asistentes. ¿Qué pretende aportar con su charla de hoy?
—Querría plantearla como un diálogo con los asistentes. Siempre pienso que cuando vas a un sitio y has podido afinar una idea que ya tienes o al contrario, consolidar una impresión, tener una reflexión que no habías tenido, compartirla o mejorarla a través del diálogo, sentirte más acompañado porque otros piensan igual que tú... Yo me doy por satisfecha porque al final la democracia se basa en que haya demócratas y eso tiene mucho que ver con compartir todo lo que nos une.
Me gustaría venir más a Menorca porque adoro la Isla. Más allá de eso y de querer entenderla mejor, creo que en general nos tenemos que acostumbrar a tener diálogos sobre temas que nos afectan y ser más federalistas en este sentido, no solo en cuanto a competencias. Soy una federalista convencida y todo lo que sea avanzar hacia esta cultura es estupendo.