El acuerdo alcanzado entre Junts per Catalunya y el Gobierno de Pedro Sánchez para, en un futuro, delegar de forma integral las competencias de inmigración y políticas de integración a la Generalitat ha reabierto el debate sobre el cambio social que puede representar la inmigración sobre la identidad de una región, la cultura o su lengua.
A partir de varios testimonios planteamos cómo se vive este fenómeno en Menorca. El último año con datos detallados sobre el movimiento migratorio en la Isla es 2021. El saldo fue de 1.173 personas, porque llegaron 4.358 personas, de las que 3.002 fueron españolas y 1.356 extranjeras. Ese mismo año se fueron de la Isla 3.185 personas.
Migrantes catalanoparlantes
Menorca es la única isla del archipiélago donde el catalán tiene un uso mayoritario por parte de sus residentes. Ni Mallorca, con un 32,5 por ciento, ni Eivissa, con un 25,22 por ciento, se acercan a los niveles de uso de la lengua catalana en Menorca, cifrado en un 53 por ciento de los habitantes.
En el conjunto de Balears, un 46 por ciento de la población ha nacido fuera de su isla, mientras que en Menorca la población no autóctona se reduce hasta el 41,4 por ciento. Aunque hay otro factor a tener en cuenta. Los datos menorquines incluyen una mayor presencia de residentes de habla catalana llegados a la Isla desde Catalunya o la Comunitat Valenciana.
Más catalán en Ponent
En la propia Isla, hay dos zonas diferenciadas respecto al uso del catalán. Mientras que en la zona de Llevant hay un mayor grado de bilingüismo y tendencia al castellano entre los catalanoparlantes, la parte de Ponent se inclina más hacia un uso predominante del catalán entre esta comunidad.
Haciendo énfasis en este apartado de los jóvenes, Pere Gomila de Acció Cultura de Menorca, indica que viven «muy inmersos» en un mundo donde «todo es en castellano». «Redes sociales, videojuegos, series... todas tienen una gran presencia del castellano, por lo que, en cierta manera, es más fácil pasarse a hablar en esta lengua», señala. En contraposición, la menor y escasa presencia de la lengua catalana invita a lo contrario.
«Aprendí catalán por iniciativa propia y como muestra de respeto»
Santo Leonardi, gerente hostelero
Afincado en Cala en Porter, Santo Leonardi llegó a la Isla en verano de 2017. Sus padres, originarios de Sicilia, se asentaron en Milán hasta que decidieron cambiar de aires para montar su propio negocio en Menorca: el restaurante Don Gelato & Cofee.
Pese a que este joven italiano de 22 años ya sabía hablar castellano con cierta fluidez tras haberlo estudiado en el instituto, optó por realizar unos cursos de catalán en Alaior para «aprender lo básico». «Nadie me lo exigió, fue por iniciativa propia y como muestra de respeto al lugar al que llegué», indica. Asimismo, asegura que no lo usa «prácticamente nunca» para sus relaciones sociales, ya que en su círculo de amigos todos tienen «orígenes peninsulares».
No obstante, a la hora de trabajar en el local familiar no tiene reparos en hacer uso del catalán cuando llega un cliente hablando en esta lengua. «No suele ser lo más habitual, porque estamos en un lugar muy turístico y al ver el nombre del local, también nos suelen venir hablando en castellano», apunta. Bajo su punto de vista, no considera imprescindible aprender catalán, pero sí cree que es un elemento «importante» para integrarse en la sociedad insular. «En tu día a día puedes usar solo el castellano», afirma.
«Entendía un poco el idioma, pero no me veía capaz de hablar y participar»
Mohamed El Hajoui, presidente de la Asociación Al Khyr
Adaptándose a una vida «nómada» desde bien pequeño, Mohamed se estableció en Alemania después de haber pasado anteriormente por Libia. No obstante, una visita a Menorca hace 33 años lo cambió todo.
Ahora con 65, este marroquí ha acabado echando raíces con su mujer, también natural de Marruecos. Juntos han criado a sus seis hijos, los cuales llegaron a Menorca cuando tenían seis y doce años, pero que aprendieron rápidamente tanto el catalán como el castellano relacionándose con sus nuevos compañeros de clase y amigos. Sin embargo, a su padre al principio le costaban situaciones como las reuniones escolares. «Entendía un poco, pero no me sentía capaz de participar o preguntar en catalán. Pero siempre hay gente que te ayuda», subraya.
En la actualidad, algunos de sus hijos viven en la Península o en países como Bélgica o Suiza. «No es viable vivir en la Isla trabajando como ingeniero naval», explica haciendo referencia a uno de ellos. Sin embargo, tres de sus siete nietos sí que han nacido y se están criando en la Isla. Esta tercera generación ya habla catalán y castellano de forma natural: «Ya les cuesta hablar en bereber, como es normal. Hay una brecha generacional».
«Los pacientes agradecen mucho el hecho de poder expresarse en su lengua»
Myriam Ribes, sexóloga, ginecóloga y escritora
Después de una breve etapa preparándose para su especialidad en Girona, Myriam Ribes llegó a la Isla en 2001 junto a su marido menorquín. Más de veinte años después, esta sexóloga, ginecóloga y escritora cántabra ha establecido su familia y se encuentra totalmente integrada a sus 56 años.
«Pese a haber aprendido el idioma en Cataluña, al principio me costaron algunos acentos», comenta entre risas la natural de Santander, haciendo hincapié en que le costaba más entender a la gente de Ponent que a la de Llevant. En su caso ha apreciado un mayor grado de bilingüismo que en Girona, donde la tendencia se inclina más hacia el uso único del catalán. «En Menorca hablo muchísimo más en castellano», señala la sanitaria.
En lo que respecta a su especialidad, Ribes ha encontrado el «agradecimiento» por parte de sus pacientes catalanoparlantes: «El simple hecho de poder expresar en su lengua enfermedades o síntomas... lo agradecen. Si fuese mi caso, también me gustaría poder hacerlo en mi idioma», señala.
«Aprender un idioma nuevo te abre la mente. Se me rompieron muchos prejuicios que tenía respecto al catalán y me costó mucho menos en Menorca», concluye.
«No tengo la soltura necesaria para hablar en catalán porque se ríen de mí»
Víctor Pérez, entrenador de fútbol
De una isla a otra. En noviembre de 2007, Víctor Pérez abandonó su La Palma natal para asumir la dirección técnica del extinto Sporting Mahonés en Tercera División. Al expirar su contrato, hizo por quedarse en la Isla y le fueron apareciendo diversas ofertas, por lo que fijó su residencia en Menorca, un «paraíso particular» según sus palabras.
En la actualidad entrena al primer equipo del CCE Sant Lluís en categoría regional, aunque también ha pasado por Atlético Villacarlos, CD Menorca, CD Migjorn o Norteño. «A medida que vas más hacia la parte de Ciutadella, el acento se vuelve más cerrado. Me acuerdo que cuando estuve en Es Migjorn y Fornells, al principio me costaba un poco más entender el catalán, pero al estar con los jugadores, lo vas cogiendo», recuerda el preparador.
Y es que en su primer año, aprovechó para sacarse algunos cursos de catalán. «Empecé a estudiar un poquito, pero solo lo básico», explica. «No tengo la soltura necesaria para hablar en catalán porque, con mi pronunciación, se ríen de mí», comenta Pérez en tono de humor, quien considera que es importante «adaptarse al lugar en el que estás». «Es bonito el, como mínimo, poder entenderlo», admite.