«Hace poco más de dos años empecé a notar síntomas muy pequeñitos. Luego fueron aumentando. Por ejemplo, me costaba despegar la pierna del suelo y ahí me llamó más la atención, por lo que acudí a mi médico de cabecera», explica Richard Douglas Montesdeoca, un hombre de 52 años que fue diagnosticado de párkinson hace apenas año y medio. Entre los primeros síntomas y el último y definitivo, que ya le hizo pasar por consulta, apenas pasaron seis meses.
Como es obvio, encajar una noticia de esta magnitud no fue nada fácil. «Cuando uno es joven y ve personas que nacen con problemas de salud o sufren enfermedades neurodegenerativas, piensa ‘Dios mío, que no me llegue a pasar a mí' y se tiene mucho respeto. Aunque sea contradictorio y con respeto a la gente mayor, lo mejor que me puede haber pasado para que me sea llevadero es que me haya dado a esta edad», explica Richard, mostrando una gran vitalidad y una fuerza de voluntad admirables.
Mañana 11 de abril se conmemora el Día Mundial del Párkinson, coincidiendo con el día de 1817 en el que nació James Parkinson, neurólogo británico que descubrió y dio nombre a la enfermedad.
De esta forma, se busca concienciar sobre un trastorno progresivo neurodegenerativo sin cura «que no mata ni es contagioso, pero estropea mucho», afirma Luis Meca, actual presidente de la Asociación de Enfermos de Párkinson de Menorca que fue diagnosticado de párkinson con tan solo 33 años. Ahora con 57, Meca asegura que lo peor de todo es «encontrarse con la soledad» y que los entornos son los que más ayudan. «Las familias son lo más importante», asevera.
Es por ello que la asociación adquiere un papel trascendental en la terapia de pacientes como Richard. Tras las pruebas realizadas en Son Espases, se confirmaron los peores presagios adelantados por su doctora: padecía párkinson.
A partir de ese instante, fue ella misma, junto a otras personas, quien guió a Richard hasta la asociación. «Estaba acostumbrado a trabajar de barman en verano y en la construcción en invierno. Llevo dos inviernos sin poder trabajar y ha sido entonces cuando he comenzado a sentir la necesidad de recibir ayuda por parte de un especialista», reconoce el ecuatoriano, residente en la Isla desde el año 2001.
En la asociación se ha encontrado un personal que califica de «increíble». Al mismo tiempo que recibe el calor de sus compañeros, Richard también cuenta con la ayuda de dos de sus hijas llegadas desde Ecuador para acompañarle durante el día a día.
15 kilómetros en bici cada día
«Lo primero que se te viene a la cabeza son limitaciones y al principio sé que me causaban algo de impacto», admite sobre los pensamientos de los primeros días tras el diagnóstico. Y es que en su caso, Richard había demostrado una gran actividad tanto física como intelectual desde joven en su país natal, donde se acabó conviertiendo en técnico de acuicultura marina en un laboratorio.
Incluso llegó a ejercer como piloto de avionetas en el Real Aeroclub de Mahón después de sacarse el título en Valencia. Richard añora aquella etapa en la que coincidió con la Fórmula 1 y, nada más aterrizar de un vuelo, le pidió al por entonces piloto de McLaren, el finlandés Heikki Kovalainen, que firmase su chaqueta de piloto.
En la actualidad, se mantiene igual o más activo que siempre y no parece que haya ni el más mínimo rastro de la enfermedad: cada día monta en su bici y recorre 15 kilómetros, pinta más cuadros que nunca con el tiempo libre que tiene ahora, se atreve a tocar el piano... «A veces ni siquiera me acuerdo de que tengo parkinson», confiesa.
El apunte
«Calculamos que hay alrededor de 200 enfermos de párkinson en la Isla»
A través de actividades de fisioterapia, musicoterapia o logopedia, la Asociación de Enfermos de Párkinson de Menorca atiende a 25 usuarios que se suelen reunir para compartir algunas meriendas juntos. De esta manera, la calidad de vida de los pacientes y la de sus familias mejora sustancialmente. Tanto Richard como el presidente, Luis Meca, animan a aquellos que padezcan la enfermedad, los cuales se estima que son unos 200 en Menorca, a que acudan a la asociación y se dejen ayudar. «La actitud es clave y llevar la enfermedad solo es duro», recuerda Meca. «Ayuda mucho escuchar las experiencias de unos y otros. La enfermedad no entiende de distinciones sociales», expresa Richard.