Primero Cayón, en 2018, pero especialmente Hauser & Wirth, en 2021, han puesto a Menorca y a Maó en el mapa del arte contemporáneo. Pero no solo eso, sino que se ha convertido en un ‘efecto llamada' para otros proyectos internacionales. Los últimos años se han implantado en la ciudad del levante insular una decena de galerías de arte, siendo este año el más prolífico. En unos meses han abierto ocho espacios dedicados al arte.
Menorca vive un auténtico ‘boom' del arte contemporáneo. Se confirma con las aperturas, este verano, de la Galería de las Misiones, Galleria Nicola Quadri, Albarrán Bourdais (ofreció una primera exposición el verano de 2021 antes de reformar el edificio), Escat Gallery, Enso Art Gallery, Casabeja, Tabouret o la nueva sala que se ha instalado en la antigua fábrica Codina.
Estas se suman a otras iniciativas, como la Cohle Gallery que abrió en 2023, o The Flat Gallery que lo hizo un año antes, igual que la Galerie Thierry Bertrand.
Históricamente, en Menorca ha habido mucha afición por las artes visuales y existe un extenso abanico de firmas. Tradicionalmente, sus obras se han expuesto en galerías como Encant, Argos (Artara), o Kroma en Maó, o Retxa y VidrArt, en Ciutadella. Lugares, algunos de ellos, vinculados a la enmarcación de obras, y hay numerosas iniciativas particulares de los propios artistas, para dar difusión a su trabajo. Serían casos como el de Atica, de Pol Marbán.
Aparte están las salas públicas para exposiciones (Es Claustre, Sant Antoni o Ca n'Oliver en Maó; El Roser o Can Saura en Ciutadella; LÔAC o Sant Diego en Alaior; o Ca n'Ángel en Es Mercadal).
¿Viene para quedarse?
Los análisis de este fenómeno dan para muchas reflexiones y en todas direcciones. Hay quien opina que la situación no será sostenible permanentemente y que, en un momento u otro, se deshinchará la ‘burbuja' del arte contemporáneo y las galerías empezarán a cerrar. Otros, apuntan en sentido opuesto. «Este ‘boom' ha venido para quedarse, tendrá una repercusión sobre Menorca, pero necesita tiempo», considera Jaume Gomila, gestor cultural que ve el lado positivo de la llegada de Hauser & Wirth, que «se ha demostrado que se implica en la comunidad». Por eso, iniciativas como esta, «mientras sumen, bienvenidas sean», aunque es «deseable que genere dinámicas para conjugar la parte privada, con la pública y la cívica». De hecho, el impulsor de Menorca como Región Europea de la Gastronomía recuerda casos como el Museo Guggenheim de Bilbao, «es un ejemplo, fue la palanca que articuló el panorama cultural» de la ciudad vizcaína. Por tanto, en Menorca hay que construir un «ecosistema» cultural para caminar «hacia la Menorca de 365 días», aprovechando la «glocalización de la cultura, entre lo local y lo global», eso sí, con las instituciones públicas implicadas, «sabiendo aprovechar las dinámicas, para que los ciudadanos tengan más acceso» al arte.
Sobre este punto coincide Juan Elorduy, durante años, el director de las salas de cultura de Sa Nostra en Menorca. «Si la administración lo sabe canalizar, es positivo, lo malo es que la situación te desborde», advierte el gestor cultural. «Para la inauguración de Hauser & Wirth el aeródromo se llenó de jets privados».
Elorduy hace referencia también al Guggenheim, que «cambió por completo la ciudad», pero advierte que «en ciudades más pequeñas [Maó], el impacto puede ser más grande». Por eso, a estas alturas ya detecta que «ha faltado una reacción a nivel político, sabiendo que iba a generar flujos de interés». Es más, echa en falta más apoyo a los artistas locales, del Ayuntamiento, que «hace algo muy residual», del Govern y el Institut d'Estudis Baleàrics, o del Consell, que «también tiene una responsabilidad», pero no ha sido capaz de crear un centro de arte contemporáneo en la Isla, lamenta Elorduy. «Las galerías y los artistas se han espabilado», porque, es eso o morir. Y surgen propuestas «muy interesantes», como la fábrica Codina, que es «potente, espectacular».
En cuanto a la permanencia de estas galerías internacionales en Maó, Elorduy es optimista. «Si buscaran el interés económico, cerrarían», pero la burbuja «no estallará, quienes montan estas galerías sienten una atracción romántica, no es por negocio, es gente que se maneja a unos niveles económicos de otra liga».
Estacional
Algunos críticos de arte apuntan a la «estacionalidad» de estas galerías, que únicamente programan exposiciones en verano. Y «en invierno, nos quedamos los de siempre», lamentan. Por eso, «no sé hasta qué punto tendrá repercusión en la sociedad menorquina» y «no veo que tengan vocación de transformar, ni a la sociedad, ni al mercado del arte insular».
Por otro lado, también artistas independientes de la Isla valoran la irrupción de las galerías internacionales. Y observan pros y contras. Por un lado, es cierto que «no cuentan con nosotros, los artistas locales quedamos fuera de su círculo», pero por otro, su aterrizaje en la Isla «está cubriendo todo el espectro del arte». Así, «me sorprende que yo tenga que irme fuera para buscar ventas, y que venga gente de fuera para comprar arte aquí» a través de estos marchantes de arte internacionales. «Pero hacemos nuestro camino, sin mirar demasiado» lo que ellos hacen, reconocen estos artistas.
Referido a problemáticas como la gentrificación, que algunas voces atribuyen en parte a la proliferación de salas de arte, los consultados por «Es Diari» lo rechazan. Es más, «si un edificio se vende, algún menorquín se ha lucrado con ello», concluyen.