Agosto, el mes punta de la temporada turística por excelencia, está arrojando descensos de facturación en sectores como la restauración. Algo que no hace más que prolongar las estimaciones a la baja que en julio ya hacían patronales como PIME Menorca. Aunque es difícil generalizar y cada establecimiento tiene su propia (mejor o peor) realidad, hay bastante consenso, tanto a nivel de calle, como en el propio sector, al apuntar que han bajado la afluencia de clientes y, más que eso, el gasto medio por comensal.
Que en las terrazas se observa menos ajetreo es objeto de debate: este verano es más fácil que los últimos años conseguir mesa, incluso sin reserva.
Los factores que influyen son variados, pero todo tiene que ver con la inflación de la economía, el encarecimiento de la vida y la reducción del poder adquisitivo de las familias. Y todo ocurre tras dos años de ‘desenfreno' turístico tras la pandemia de la covid-19.
Fin de la ‘burbuja'
«El efecto ‘descorche de champán' acabó el año pasado, el turismo ha vuelto a lo que era, ha durado dos años, y gracias», señala José Bosch, presidente de Restauración de CAEB-Menorca. «Hay una inflación terrible, el sector tiene que subir precios y todo pasa factura». Y esto afecta en «la bajada que se está notando» en los restaurantes.
Esta «vuelta a la normalidad» la observa también Antoni Sansaloni, de la Asociación Menorquina de Cafeterías, Bares y Restaurantes de PIME. Y cifra esta reducción en la facturación entre un «30 y un 35 por ciento». «Sucede en toda Menorca, más en la costa que en la zona centro, pero está siendo un verano complicado».
Quizá la cantidad de «clientes puede ser parecido al año pasado, pero el bolsillo no es el mismo, ha bajado el precio medio del ticket, porque han subido los de los vuelos, las estancias, los coches de alquiler», apunta Sansaloni, que ve claro que «si antes una familia podían salir a cenar cuatro noches, ahora solo lo hace dos».
Recorriendo varios establecimientos de la Isla, estos confirman que la situación es igual, o peor, que el año pasado, tanto en número de clientes, como en el precio medio de sus consumiciones.
En el Café Balear del puerto de Ciutadella, Josep Caules observa que «más o menos viene la misma cantidad de gente, pero el ticket medio ha bajado». Y lo cifra, «no tanto como un 10 por ciento, pero ha bajado». Y es que «la gente se lo mira mucho más, pide menos copas» y tiene que hacer equilibrios, «venir a Menorca cuesta mucho» y «ya no hay la euforia desbordada» de los últimos años, «el sector se está recolocando».
En Fornells, Richard Riera lleva 27 años como restaurador y en Es Port «nunca había visto un consumo tan elevado como los dos últimos años». Sin embargo, tiene claro que «esto no era normal». Este año, de «abril a junio fue muy bien, julio fue como el año pasado y agosto habrá que ver». Porque aunque «tenemos reservas a un mes vista» y «el ticket medio incluso sube un poco», es consciente de la menor capacidad económica de los visitantes. «Con la covid se hicieron muchos préstamos al consumo, y eso se está acabando, la gente tiene que pagar las vacaciones» y estrecha el cinturón.
En la rada norteña, Mònica Cortassa de Sa Llagosta relativiza estos datos, porque su restaurante tiene pocas mesas y disfruta de una clientela «muy fija», que minimiza la desescalada de la facturación. Aún así, a falta de conocer el balance de agosto, reconoce que en Fornells «las noches de julio fueron un desierto».
Perfil
En El Faro de Cala Torret, Benet Guàrdia ve como «ya no doblas turno como antes» en sala y advierte un «cambio de perfil» de la clientela. «Sigue viniendo gente, pero no tiene el mismo poder adquisitivo». O al menos, no para todo, «los hoteles están más caros, también los billetes de avión, no hay tanto dinero para ir de restaurantes», lamenta el empresario. Incluso, «los propios distribuidores nos dicen que proveen más a supermercados, que a restaurantes», lo cual indica «un cambio de tendencia». Es cierto que «hay gente de mucho dinero, pero la media ha bajado», ahora hay muchos visitantes que optan por cocinar en sus apartamentos y comen menos en restaurantes. Aún así, con todos los factores que afectan al sector, Guardia hace por ahora un buen balance, «si el año pasado fue de 10, este es de 7,5, teniendo en cuenta como está todo».
Al cambio de perfil se refiere Mario Pons, de Ca'n Nito de la Marina, en el puerto de Maó. Ahora es más habitual que «pidan compartir platos» y, sobre todo por las noches, «se busca algo más informal, tapeos, pizzas». En cuanto a la procedencia de los clientes, «se echa en falta al turista nacional», aunque en parte se compensa con más presencia de portugueses, que «son buenos clientes».
En el Restaurante Jàgaro, Pilar Garriga también se refiere a la fidelización de su clientela, lo cual ayuda a «mantener el ticket medio, porque consume un producto muy particular». Así, en su caso, este está siendo un «agosto correcto».
El apunte
Las plantillas sobredimensionadas, obras que influyen, pero también autocrítica
En la Asociación Menorquina de Cafeterías, Bares y Restaurantes, Antoni Sansaloni pone el acento en el desajuste que hay en muchos restaurantes en cuanto a personal. Esperando repetir las buenas cifras de los últimos años, anticiparon una contratación excesiva y hay «plantillas sobredimensionadas» que hay que mantener. Algo en lo que coincide José Bosch, de CAEB Restauración, «se ha contratado demasiado personal, muchos pensábamos que la temporada sería mejor de lo que está siendo».
Por otro lado, algunos empresarios apuntan que, en sus balances económicos, entran en juego las decisiones políticas, como las relacionadas con las obras realizadas en Fornells. «El paseo marítimo ha quedado muy bonito, pero los turistas llegan, dan la vuelta a la rotonda y muchos no se bajan del coche», lo que «está perjudicando a los comercios», aseguran.
También en el puerto del norte insular, Richard Riera analiza la situación para introducir una dosis de autocrítica. «Todos hablamos del volumen de clientes, pero nadie habla de la satisfacción de la demanda». De hecho, considera que «en Menorca abusamos un poco de los precios, si prestas un servicio hay que cobrarlo, pero se infla un poco cuando te posicionas con el turismo de calidad». Asimismo, la Isla «no tiene ni la estructura ni el servicio para atender a tanta gente cuando se producen picos», como se demostró tras la pandemia.