Las listas de espera para una visita con el psicólogo en la sanidad pública conducen casi de manera inevitable, si se quiere recibir el tratamiento, a las consultas privadas. El precio por una hora de sesión puede oscilar entre los 45 y los 80 euros, y no bastará con una, será necesaria una continuidad y un seguimiento, por lo que las personas con bajos ingresos no pueden acceder.
Afasme confirma que existe esa dificultad para llegar a tener un tratamiento psicológico o psiquiátrico en el IB-Salut ahora mismo en la Isla, de nuevo por falta de profesionales y por las listas de espera. La demora puede ser de muchos meses, que se hacen largos para las familias, «nos piden que tengamos una lista de psicólogos y psiquiatras privados, profesionales a los que recurrir, es una pregunta recurrente», y la opción privada obviamente discrimina por razones de renta, lo que agrava el trastorno y el padecimiento. «Si tienes dinero tienes mejor salud», una brecha de clase relacionada con la atención sanitaria que se hace más evidente, apuntan desde Afasme, con la salud mental que con otro tipo de dolencias.
«Es muy grave, un malestar que se podría resolver con acompañamiento, se queda cronificado», afirma la presidenta de la entidad, Lina Salord.
Por otro lado, y a pesar de que se habla más de salud mental y esta ha dejado de ser un tema tabú, desde Afasme aseguran que las familias siguen cargando con el estigma, cuando a uno de sus miembros se le diagnostica un trastorno. «Tenemos en contra el estigma, todavía hay muchas familias que se avergüenzan y no piden ayuda», señala Deborah Bayley, miembro de la junta de la entidad. «Está claro que las personas que padecen un trastorno mental cuando reciben el diagnóstico pierden amigos, amigas e incluso familiares», apunta Lina Salord, muchas veces por desconocimiento. También se tiende a «culpar» a las familias, a los padres, considera Ángeles Morlà, otra de las integrantes de la directiva de Afasme. Además de la enfermedad, afrontan un aislamiento social.
«Nosotras como asociación lo que pretendemos es que la gente pueda distinguir cuando habla o actúa la persona, y cuando lo hace la enfermedad», explica Salord, «es imprescindible, porque cuando convives con una persona que tiene un problema de salud mental tienes que aprender a distinguir, ser más empático y benevolente o no, poner más límites o no, se debe poder distinguir».
Para ello, consideran, no solo es necesario poder hablar de salud mental sino también más formación sobre lo que representa padecer un trastorno de este tipo. Dentro de sus actividades Afasme da importancia a esta función divulgativa con la organización de talleres para familiares y allegados.
Not4youEl problema sí son los ricos y la sanidad privada