Emmanuel Javal es un emprendedor en el campo de las nuevas tecnologías. En ciertos momentos del año reside en la finca Río de la Plata, en Alaior, que fue propiedad de Fanny Passarius, madre del arqueólogo Josep Mascaró. A mediados de los años noventa, en el seno del grupo Canal+, desarrolló la animación 3D en tiempo real, posible gracias a las primeras GPU. En 1998, cofundó Realviz, una empresa de software especializada en visión por computador. Tras varios años en Silicon Valley, la vendió a Autodesk. Dedicó el resto de su carrera profesional a la promoción, gestión y venta de empresas innovadoras.
¿Cómo y por qué empezó en su vida la historia de amor por Menorca?
—Por casualidad, como los encuentros más hermosos. Conocía las otras islas de Balears, pero no Menorca. Durante una estancia con amigos, tomando la carretera de Es Grau, me llamó la atención la belleza cruda del paisaje, tan poco desarrollado, tan conservado. Inmediatamente me hizo pensar en la costa oeste estadounidense donde vivíamos. Rápidamente entendí que Menorca había escapado de milagro del turismo de masas, de esos que desfiguran y estandarizan. También me impresionó su animado campo agrícola y la belleza de su costa. Luego descubrí su historia milenaria, su rica cultura y el carácter cosmopolita de sus habitantes.
¿Por qué los franceses aman tanto Menorca? ¿Cómo surgió este fenómeno de la afluencia de franceses a la Isla y el interés que despertó en las inversiones?
—Los franceses tienen un agudo sentido de lo bello, lo bueno, lo fuera de lo común. A veces carecen de pragmatismo y a menudo reaccionan de una manera algo irracional. Pero esta sensibilidad también los hace capaces de percibir lo que los demás no siempre ven, de intentar lo que otros no se atreven. La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París es un buen ejemplo de ello. ¿Quiénes más que los franceses se habrían atrevido? Quizás fueron de los primeros en darse cuenta de los tesoros extraordinariamente bien conservados y muy valiosos que Menorca escondía en una época amenazada por los desequilibrios debidos al desarrollo a veces descontrolado.
¿Es un interés exclusivamente inmobiliario o afecta también a otras áreas económicas y comerciales?
—No creo en absoluto que el interés por Menorca sea solo inmobiliario o especulativo. Es cierto que, debido a un cierto retraso en el desarrollo en comparación con sus vecinos, la Isla ha ofrecido interesantes oportunidades de inversión en los últimos años. Hoy en día, los precios se han reajustado. Es posible que los precios sigan aumentando, especialmente para las propiedades más excepcionales. Estoy pensando en particular en las magníficas fincas que no se pueden encontrar en ningún otro lugar. Las demás áreas económicas y comerciales se beneficiarán evidentemente, por el efecto del principio de goteo. Habrá muchas otras oportunidades de desarrollo e inversión que sólo en el sector inmobiliario.
Como empresario experto en nuevas tecnologías de la comunicación y el mundo digital, ¿qué oportunidades ve para Menorca? ¿Es este un sector de futuro para esta Isla?
—Las tecnologías digitales son una gran palanca para conectar territorios aislados con el resto del mundo, incluida Menorca. Cuando estoy en Menorca, trabajo como lo hago en París. Internet, las videoconferencias y la economía digital en general permiten liberarse de las limitaciones del lugar y ser tan eficiente dondequiera que uno esté. Sin embargo, no creo que Menorca se esté desarrollando en el sector específico de las nuevas tecnologías de la información. Menorca, por su parte, tiene una gran carta que jugar en el campo de las tecnologías relacionadas con la preservación del medio ambiente. Es un mercado en crecimiento. El siglo XXI será el siglo de las tecnologías de la información, pero también de las relacionadas con la preservación del medio ambiente.
De lo que ha podido aprender sobre Menorca (economía, sociedad, medio ambiente, etc.), ¿cuál será la evolución de la isla en los próximos años? ¿Va en la dirección correcta?
—Es difícil decirlo. Dependerá sobre todo de las opciones políticas de los menorquines. Hasta ahora se han conservado los elementos esenciales. Me parece que los menorquines son conscientes de la riqueza de su isla, y de la importancia de protegerla. Pero la presión sobre la tierra, las inevitables transformaciones..., todo esto eventualmente se intensificará. El creciente interés por Menorca y su ascenso no son peligros en sí mismos. Por el contrario, dan testimonio del valor del lugar y de las ambiciones de conservación y respeto que defienden los amantes de la Isla. Sin embargo, esto no debe impedir que los menorquines disfruten plenamente de ella. Al igual que en las grandes ciudades, parte de la tierra debe protegerse y reservarse para los habitantes que viven allí durante todo el año. Creo también que Menorca debe apostar por la calidad más que por la cantidad. Menorca debe protegerse de los escollos obvios del dinero fácil y evitar la tentación de obtener ganancias a corto plazo. Existe un enorme potencial en el ámbito del desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente. Menorca está en un punto ideal para posicionarse en este mercado mucho más prometedor que el turismo tradicional.
Por el momento, sin embargo, Menorca se basa en el sector turístico. ¿De verdad piensa que nos dirigimos a los mismos pasos en falso que Mallorca o Eivissa habían cometido antes que nosotros?
—Menorca se ha preservado, por diversos motivos, de los dolores del desarrollo turístico sin límites que experimentamos en los años 70 y 80. Me parece que los riesgos de «destrucción masiva» han quedado atrás. El modelo económico que apoyó el desarrollo de Eivissa y Mallorca está obsoleto y ya no tiene sentido. El turismo de masas no sólo es destructivo para el medio ambiente, sino también destructivo de valor a mediano plazo. Este es un cálculo muy malo. El futuro requiere un modelo medido, donde se controlen los flujos, donde se preserven los equilibrios naturales. Esta es la única forma de proteger el capital —natural, humano, cultural— que hace rica a Menorca. El modelo de desarrollo razonable de Menorca, centrado en la preservación de los equilibrios, que podría parecer una debilidad, es hoy en día una gran fortaleza.
Su finca Río de la Plata, que tanto le gusta compartir con los menorquines, ¿cómo ha cambiado su vida y la de su familia?
—Nos ha acercado a la naturaleza, simplemente. En Río de la Plata, es ella quien impone su ritmo, sus estados de ánimo, sus sorpresas. Lo que más me gusta de esta relación es no tener control sobre ella. He pasado mi vida tratando de dominarlo todo. Aquí tengo que adaptarme, tengo que lidiar con fortalezas que están más allá de mí, y eso me hace mucho bien.
¿Cómo ve nuestro complejo mundo contemporáneo desde Río de la Plata: la Unión Europea, la guerra arancelaria de Trump, las guerras armadas en Ucrania o Gaza...?
—La agitación geopolítica siempre ha existido y siempre existirá. Son preocupantes. Nos cuestionan. Pero no deben impedirnos vivir, ni centrarnos en lo esencial. Dando ejemplo de una vida armoniosa y sencilla, compartiendo y mostrando bondad, no resolveremos todos los problemas, pero podemos esperar el dar ejemplo, mostrar que hay otro camino que el de la confrontación.
¿Se imagina Menorca como un lugar para vivir y disfrutar de la vida, o es un lugar para trabajar y crear riqueza?
—Menorca no es mi principal lugar para vivir. Es un lugar donde vengo a recargar mis baterías. Estoy feliz de crear riqueza allí, pero ciertamente no es la misma que la que obtengo aquí. Esta riqueza es de una naturaleza diferente. Es complementaria. No se calcula de la misma manera. Más que la noción de Producto Interior Bruto, asociaría Menorca con la noción de Felicidad Interior Bruta. Este indicador, lejos de ser anecdótico, también es adoptado de diversas formas por la ONU y la OCDE, entre otros.
¿Cómo se ve a sí mismo y a su familia dentro de diez o quince años: retirado en el Gran París o retirado pacíficamente en el Río de la Plata?
—Ambos. ¿Por qué elegir, si es posible, entre la efervescencia de la Ciudad de la Luz y la suave belleza de Menorca lejos del tumulto? Cada uno de estos lugares responde a una faceta de mi vida. Estoy feliz de tener varios lugares para vivir. No tengo ninguna exclusividad en este ámbito.
¿Tiene algún consejo o recomendación para que el desarrollo económico y el progreso de Menorca no sean un ferrocarril que acabe descarrilando?
—¡Sí, sí! Menorca debe seguir construyendo su propia identidad, seguir su propio camino sin buscar imitar los modelos vecinos. Esto requiere coraje, o al menos convicciones sólidas. La Isla tiene muchos activos: su autenticidad, su cultura, su historia, la riqueza de su entorno y un sentido natural de la moderación. Es sobre estos cimientos sobre los que debe construir su futuro. Sin ceder nunca a la manera fácil, o perder lo que la hace única. También creo que Menorca debe seguir enriqueciéndose con las aportaciones externas que también han contribuido a su singularidad. Tomar lo mejor que le ofrece el mundo y dejar de lado lo peor.
la oreja de jenkinsBien dicho,con un par !!