Las urbanizaciones de costa consumen a lo largo del año prácticamente la mitad del agua suministrada por las redes municipales. La concentración de establecimientos hoteleros y sobre todo un modelo urbanístico basado en viviendas unifamiliares con jardín y piscina elevan el gasto de agua por habitante a niveles muy superiores a los de los pueblos y núcleos residenciales, tensando los sistemas de abastecimiento urbano en las épocas de mayor presión humana, precisamente cuando las reservas hídricas se encuentran en los niveles más bajos del año.
Según los últimos datos publicados, de los algo más de 12 hectómetros cúbicos suministrados a lo largo de 2023, el 51,2 por ciento sirvió para abastecer a los abonados localizados en los pueblos, los núcleos tradicionales y las urbanizaciones interiores de la Isla, mientras que el resto del caudal, el 48,8 por ciento, se destinó a las urbanizaciones turísticas de costa, según recoge el geólogo experto en recursos hídricos Agustí Rodríguez en el informe «Los retos del agua en Menorca», que apunta al riego de jardines como el gran problema asociado a los consumos domésticos.
El aumento de la población estival en estos núcleos de costa tiene un evidente peso en la estadística, pero los altos consumos registrados quedan patentes en la comparación del gasto de agua por habitante, que puede llegar a multiplicarse por cinco en las urbanizaciones con mayor presencia de chalés. Valgan algunos ejemplos. En urbanizaciones como Cap d’en Font o Binssafúller, en Sant Lluís, explican desde el Observatori Socioambiental de Menorca (Obsam), se pueden llegar a registrar consumos de más de 800 litros diarios por habitante, mientras que en el casco urbano la media se sitúa en torno a los 170 litros. De hecho, en este municipio a lo largo del año las urbanizaciones consumen prácticamente el 80 por ciento del agua que se extrae de los acuíferos.
Diferencias
El peso de las urbanizaciones en el consumo global de agua es mucho menor en otros municipios con menos presencia de este tipo de núcleos urbanos. Es el caso de Maó, donde, sin embargo, se siguen observando grandes diferencias en los niveles de gasto de agua de los abonados ubicados en los pueblos y en las urbanizaciones. Así, por ejemplo, el Obsam tiene un estudio que permite discernir entre el consumo medio en lugares como Cala Llonga, en S’Altra Banda del puerto, y el casco urbano. A lo largo de los años –el último es 2019– se puede observar una tendencia constante. En el tercer trimestre del año, julio, agosto y septiembre, en esa urbanización configurada básicamente por viviendas unifamiliares con jardín y piscina, se vienen consumiendo unos 1.300 litros por vivienda y día, mientras en la ciudad ese consumo desciende a 245 litros diarios por unidad de convivencia, menos de una quinta parte.
Los datos reflejan asimismo la gran estacionalidad en el consumo de agua, superior a la de los flujos turísticos y la presión humana. En el mes de febrero, el de menor demanda hídrica, en el conjunto de los municipios se suministran 0,62 hectómetros cúbicos, mientras que en el mes de agosto, el de mayor consumo, esa cifra se eleva hasta los 1,67 hectómetros cúbicos, un incremento de casi un 170 por ciento. En cambio, los datos de presión humana que publica el Institut d’Estadística de Balears (Ibestat) muestran cómo entre la época de menor presencia de personas y el pico del verano se registra un repunte del 127 por ciento.
MarNo, gracias. Ya hay suficientes "listos" en esta isla para apuntarme yo también a la lista. Y, evidentemente, no tengo césped ni piscina por convencimiento...