Leo es un niño mahonés de siete años. Como cualquier otro niño de su edad, habla, se comunica, juega, se ríe y disfruta compartiendo momentos con quienes le rodean. Es sociable y curioso. También, como muchos niños, a veces se frustra cuando algo no sale como él espera. Es más sensible a los ruidos fuertes, que pueden llegar a alterarlo, y se siente mucho más cómodo cuando todo está bien estructurado. Las rutinas le ayudan a sentirse seguro y tranquilo.
Una de las cosas que ha aprendido Leo es que «todos tenemos un volcán dentro». Para él, ese volcán representa las emociones intensas que a veces se encienden y explotan. Lo más admirable es que él es consciente de esto: sabe cuándo su volcán comienza a calentarse y está aprendiendo a gestionarlo con ayuda, hablando de lo que siente. Lo que diferencia a Leo de otros niños es que, con solo un año y medio, fue diagnosticado con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) – Grado 1. Él lo sabe, lo entiende, y también comprende por qué acude a la terapeuta una vez a la semana. Su padre, Héctor, lo define con claridad: «Leo es diferente, ni peor ni mejor». Un niño más, como cualquier otro, con su manera única de ver y sentir el mundo.
Y esa particularidad suya ha sido, a los ojos de su familia, la que ha motivado su expulsión de una escuela de verano. «El informe parece el de un criminal», denuncia Héctor, que relata el «dolor» con el que leyó, a mediados de julio, las palabras con las que el centro justificaba su decisión. «El informe expone que se han producido episodios de agresividad por un cuadro autista. Los cuadros autistas no existen, hablan desde el desconocimiento», explica Héctor.
Un desconocimiento que, supone la familia, sumado a la «falta de recursos para atender a tantos niños y voluntad para gestionar situaciones en las que se puede ver involucrado Leo», han propiciado su expulsión. «Es una injusticia, el trato recibido nos parece de muy mal gusto y no queremos que se repita», declara Héctor, que asegura que, «cuando nos dijeron que no tenían formación, brindamos herramientas y el apoyo de la terapeuta, pero declinaron la ayuda».
Situación «discriminatoria»
Antes de la expulsión, cuenta esta familia de Maó que Leo vivió otro episodio «discriminatorio» cuando el centro denegó su participación en una excursión «porque argumentaron que no podían arriesgarse a que tuviera un posible cuadro autista», que insiste Héctor, «no existe».
No era la primera vez que Leo se inscribía en esta escuela de verano, «ya lo conocían», y nunca antes se habían encontrado con esta situación. En el colegio concertado al que acude, el pequeño recibe apoyo educativo específico y en la otra escuela de verano en la que está apuntado «nunca ha habido ningún problema y, si ha pasado algo, hemos tenido una reunión y entre todos hemos adoptado medidas». Lo que ha ocurrido este verano ha sido «un golpe horrible» y recuerda esta familia la importancia de asegurar «la igualdad de oportunidades en la educación y en cualquier otro ámbito».
ViriatoPodemos hablar claro sin deshumanizar. Seguridad y apoyos van juntos. Nadie pide “mirar hacia otro lado”. Con un plan de apoyo (anticipación, ajustes sensoriales, referentes, pautas conductuales positivas) los episodios se previenen y reducen. Expulsar no soluciona: traslada el problema y vulnera derechos. Igualdad ≠ homogeneidad. Ese niño no es “como todos” en necesidades, pero sí en derechos. La respuesta no es excluirlo, sino adaptar (ajustes razonables) para que él y el grupo estén protegidos. No es “obligar porque sí”. Un centro que presta un servicio educativo al público tiene el deber legal y ético de incluir con apoyos o, si no los tiene, pedir refuerzos y coordinarse con la familia y la administración. Para eso están los recursos públicos. “Tus problemas son tuyos” no aplica a la infancia y la discapacidad. Los impuestos existen precisamente para que nadie quede fuera por necesitar más ayuda. Eso nos hace sociedad. Pidamos lo que funciona: evaluación individual, plan de apoyos, formación del equipo y coordinación institucional. Exijamos recursos y protocolos, no expulsiones.