El Claustre acogió en la noche de este viernes una nueva entrega del ciclo ‘Diálogos Constitucionales’ que promueve la Fundació Rubió. Bajo el encabezamiento «Palancas para una transformación: La sociedad civil en la Transición», el cartel de lujo que conformó la mesa redonda, integrado por Ramón Jáuregui, Fernando Puell, Josep Maria Quintana y Aurora Nacarino-Brabo, abordó y reflexionó sobre el papel, capital, que tuvo la sociedad civil durante la Transición, como también sobre los valores democráticos de los que entonces se hizo gala y olvidados en tiempos actuales, coincidieron los ponentes.
El doctor en Historia Contemporánea y coronel del Ejército de Tierra, Fernando Puell, abrió el turno de intervenciones. Aludió a lo difícil de disociar sociedad civil «de la no civil», por lo que situó al pueblo español en su conjunto como garante del proceso de democratización.
La elevada inversión extranjera en los lustros previos a la muerte de Franco (5.900 millones de dólares), la entrada de divisas (2.330 millones de dólares) y el turismo (236 millones), los citó Puell como agentes «clave» en las postrimerías del régimen franquista para crear el escenario que, dentro del proceso de industrialización y modernización del país, motivó que floreciera «una clase media ansiosa por el cambio». Asimismo, el papel del ejército, cuyos oficiales más jóvenes se alejaban de los postulados del llamado ‘búnker’, lo catalogó Puell de «determinante» para que España trazara el paso hacia la libertad. «De lo contrario, no habría existido la Transición», dijo.
Seis pilares
El donostiarra Ramón Jáuregui, exministro de Presidencia, jurista y político, subrayó que «el éxito» del proceso de democratización se sostuvo en seis pilares. Como que el presidente en 1976, Adolfo Suárez, deseara la democracia tanto como los partidos de la oposición; la serenidad del pueblo pese al golpismo y los continuados brotes de violencia que protagonizaron ETA y grupos de extrema derecha; y el rechazo a esa vía del Partido Comunista y el PSOE; la capacidad colectiva para perdonar, lo que escenificó la amnistia del 77 o la no condena a los crímenes obrados por la dictadura; y los pactos de la Moncloa, que permitieron enderezar la grave situación económica en que el franquismo había sumido al país.
Jáuregui, a su vez, reivindicó el talante y consenso de la sociedad de la época, en contrapartida a la polarización actual, que ha puesto en jaque a la democracia; y «negó» cualquier mérito a ETA, «que siempre ha odiado España y no hizo nada por la democracia».
El doctor en Filosofía y Letras, historiador y ensayista menorquín Josep Maria Quintana destacó la comunión entre «la obra cultural, en esencia de izquierdas, el Ateneu y el clero» para vertebrar el proceso en clave insular. El autor de «Els Nikolaidis» refirió al primer senador de la Isla y presidente del Ateneu, Guillermo de Olives, como figura catalizadora de un proceso democratizador no exento de su cariz regionalista y que tuvo en el célebre Pacte del Toro un momento cumbre, que además motivó «que se forjaran amistades» entre políticos de ideologías opuestas. Quintana, por último, dijo echar en falta en el presente el talante democrático de entonces. «Algo hemos perdido», sentenció.
La diputada del Partido Popular por Madrid, periodista y politóloga Aurora Nacarino-Brabo consideró que no solo en España, sino «en el mundo en general» predomina ahora «el desapego al estado-nación», lo que no ocurrió en los 70, y analizó que España no abrazó la democracia con la épica de otros países tras la Segunda Guerra Mundial, con su triunfo sobre el fascismo, «pues aquí el dictador murió en la cama», pero que el nuestro fue un proceso «más bonito», ya que fue el de la reconciliación entre las dos ‘Españas’ y brotó desde las entrañas de la propia sociedad.
amonraSi el gobierno del PSOE pudiera resucitar únicamente a una persona, solo a una, cualquiera pero solo una, Marie Curie, albert Einstein, Gandhi, Frank Esntein… todos sabemos a quien seria, al generalísimo!