Más de mil árboles frutales arrasados en solo dos huertos y varios predios ubicados en las inmediaciones de la carretera de Fornells con destrozos severos en sus instalaciones. El paso del cap de fibló ha dejado imágenes desoladoras y familias desechas al observar las consecuencias de este devastador fenómeno atmosférico. Tres días después de su paso, todos siguen sin dar crédito a lo ocurrido.
«Es nuestro medio de vida», decía Joan Carreras mientras observaba incrédulo su huerto de árboles frutales en el barranco de Cala en Porter arrasado. El paso del cap de fibló le ha derribado 650 árboles, casi la mitad del número de ejemplares con que cuenta. La gran mayoría con 35 años de edad. No se han contabilizado los que no son de fruta. Hay muchísimos más afectados. Ninguno se va a poder aprovechar. La mayoría son manzanos. Es la única finca que tiene fruta ecológica y agrega, desolado, que «toda una vida dedicada al huerto para que en cinco minutos se destruya todo». Los árboles necesitan entre cuatro y cinco años en volver a producir fruta.
Además de estas pérdidas que son aún incalculables, según indica Carreras, hay que sumar los trabajos para arrancar todos los árboles.
A estos destrozos en lo que es la nuez de su negocio, el huerto de Matadones ha padecido graves daños en la vivienda. La cámara frigorífica funciona automáticamente con un generador, pero la orden se la da una instalación de placas fotovoltaicas que también ha sido arrasada. Por lo tanto, tampoco funciona la cámara. Había en torno a cuatro toneladas de fruta en ella. Y aunque Carreras espera poderla conectar y recuperarla, estaba aún en el aire. Asimismo, las dos cocheras quedaron sin tejado.
Por su parte, en el huerto de Torrellisar Nou el cap de fibló ha dejado por los suelos 340 árboles frutales, a los que hay que sumar 98 más de otra extensión del barranco de Cala en Porter. El fruticultor Xavier Mascaró explica que el domingo por la mañana estaba en el huerto con su familia. A todos se les taponaron los oídos y de repente empezó a batir una puerta. Tiestos y pequeños trozos de hojas de sus árboles entraban en la casa. Explica que han perdido entre cinco y diez años de producción. Sus árboles también tenían entre 35 y 40 años. Unos granados de más de 70 años fueron arrastrados más de 25 metros. En su caso intentarán levantar el máximo de árboles posibles y recuperarlos, pero no saben en qué estado se encuentran. Además, la familia también tiene frutales en S'Estància de Binixabó, en la zona de Es Plans. Ayer por la tarde se disponían a recoger las manzanas. Pero todas han quedado inservibles. La granizada las afectó de tal manera que no se puede aprovechar.
Los cálculos marcan que cada frutal produce una media de 40 kilos de fruta. Entre los dos huertos han perdido en torno a 43.500 kilos de fruta al año. Los dos fruticultores confían en percibir alguna ayuda por parte de las Administraciones para mitigar tan graves consecuencias.
Destrozos en los ‘llocs' de Favàritx
«Fue de película, sostenía una ventana que se quería abrir cuando vi pasar tiestos y sillas por delante de mí, hubiésemos estado fuera nos mata». Así relata el episodio Maria Antònia Morlà, madona de Santa Catalina. El cap de fibló levantó una mesa de payés y la arrastró varios metros. Les falta un banco de madera que no encuentran y el cartel de metal de la entrada a la finca que informa de la venta de quesos lo han encontrado marina adentro y todo doblado. Se llevó el tejado de las cámaras del almacén que ha causado goteras en su interior. Y también la del cobertizo de las reses. Ayer ya las estaban reparando por temor a nuevas lluvias. Tres placas solares para calentar el agua también han quedado hechas añicos. Al igual que dos lunas del vehículo. Pese a ello, han podido mantener la actividad agraria sin alteraciones.
En el caso del predio de Capifort, «en cinco minutos volaron 800 metros cuadrados de cobertizo» para el resguardo de las vacas. Ahora, al estar al descubierto y, por tanto, padecer frío, junto al estrés sufrido por el paso del cap de fibló, las 90 vacas de ordeño producen 500 litros menos de leche al día. El payés Sebastià Martí explica que las casetas para terneros también saltaron por los aires. Uno de ellos murió. Otros dos se salvaron. Y calcula que los destrozos suponen unas pérdidas de más de 60.000 euros.
Por su parte, en Santa Rita los daños afectan a las casas. Las tejas fueron levantadas provocando goteras en el inmueble. El baño está inservible, al igual que las habitaciones. La chimenea de la cocina también fue arrancada dejando un agujero que la hace inutilizable. Antonia Camps y José Capó han trasladado cocina y habitación al salón. Duermen en el sofá. Y se duchan en casa de su hija en Maó. Explica Antonia Camps que su marido se había ido con el coche. La vidriera de la puerta de entrada estalló y cuando vio que intentaba abrirse de forma muy violenta la sostuvo con fuerza. «Pensé que a mi marido le había caído un árbol encima, le empecé a llamar» y hasta que no lo oyó tuvo el corazón en un puño. «Intenté telefonear a mis hijas, las manos me temblaban». Su marido, en la carretera de Mongofra, arrinconó el coche y se protegió del temporal. Y cuando subía hacia el predio y se percató de que el tejado había sido derribado empezó a llamar a su mujer. Pensó que le había pasado lo peor.
Por suerte, el episodio se ha saldado solo con daños materiales.