Padece ansiedad, se siente indefensa, está atemorizada y apenas sale de su domicilio. Esa es la situación que denuncia una joven de Sant Lluís, de 22 años de edad, cuando trata de rehacer su vida después de una relación tortuosa que se prolongó cerca de dos años hasta que le puso fin debido a reiterados episodios de maltrato físico y psicológico a los que, asegura, le sometió el hombre con el que compartió ese periodo.
Tras la ruptura, lejos de regularizar su estado emocional, la joven menorquina sostiene que el temor y la preocupación por las represalias nunca han terminado después de que le haya denunciado en cuatro ocasiones, una de ellas por haberla agredido y las otras tres por quebrantamiento de condena al haber incumplido, presuntamente, la orden cautelar de alejamiento que dictó el juez hasta la celebración del juicio. Asegura la joven que la familia de su expareja la presiona desde entonces por intimidación cuando coinciden en la calle de la misma población o merodeando su casa lo que la ha llevado a intentar quitarse la vida en una ocasión en los últimos meses.
Todo comenzó a finales de 2016 cuando inició la relación con un joven de 21 años, nacido en Ecuador, y un año después se fueron a vivir juntos. A los pocos meses sufrió la primera agresión por un ataque de celos en una reunión con el padre y el tío de su pareja. «Le perdoné pero siguieron las discusiones, me faltaba al respeto y me anulaba como persona haciéndome creer que yo tenía la culpa de todo».
En otra ocasión indica que volvió a agredirla en un local del puerto de Maó tras ponerse agresivo con sus amistades. Intervino la Policía Nacional aunque no llegó a detenerle y cuando ella regresó a su casa se reprodujo otro capítulo violento. «Me cogió del cuello y me tiró por las escaleras, yo me defendí y cuando vino la Policía nos llevaron a los calabozos a los dos ante mi incredulidad cuando lo único que hice fue defenderme». En la misma Comisaría, relata, «me convenció para que no le denunciara pese a que la Policía me decía que lo hiciera».
El tercer episodio de maltrato físico se dio en las fiestas de Es Castell del pasado año, «me tiró al suelo y me dio patadas intentando llevarme a la fuerza». Fue entonces cuando decidió regresar a casa de sus padres. Días después tuvo que viajar a la península por el fallecimiento de un familiar, y señala que en ese intervalo su expareja le insinuó que a ella le pasaría lo mismo que a su mascota, un hamster al que había dejado morir. A su regreso decidió denunciarle por primera vez el 7 de agosto aportando testigos y capturas de whatsapp donde él admitía el maltrato físico. Su reacción, dice, fue amenazarla de muerte aunque en la declaración ante el juez lo negó todo.
Le ha denunciado otras tres veces por quebrantamiento de esta medida cautelar. Una de ellas ha sido archivada y las otras dos, en teoría, siguen su trámite «aunque nadie me ha dicho nada», de lo que se desprende que la autoridad judicial no habrá visto suficientes pruebas como para volver a detenerle. Él no ha vuelto a contactar con ella. Explica que la familia de su expareja pasa y se detiene frente a su domicilio para intimidarla, que su madre la increpó por la denuncia y que ha tenido que esconderse en la calle.
El Centre de la Dona le proporcionó un dispositivo de pánico «y ya he perdido la cuenta de las veces que he pulsado el botón por estar ellos merodeando mi casa. Reclama que «no es justo vivir así, tengo pesadillas y un miedo que me trastorna, apenas salgo de casa, temo cualquier cosa cuando tengamos el juicio y le condenen».
Por todo ello la joven sanluisense, que ahora sí cuenta con el apoyo de su familia, indica que «necesito ayuda, que alguien haga algo porque esto no es vida».