Puede que hablar de postales en una época en la que triunfan los sistemas de mensajería instantánea resulte un poco antiguo, pero en realidad no lo es tanto, ya que de hecho son muchos los comercios que todavía durante la temporada turística ofrecen ese producto. El fotoperiodista catalán David Arquimbau, afincando en Menorca desde hace muchos años, ha recuperado para uno de sus proyectos artísticos ese formato de toda la vida, pero eso sí, dándole al concepto una vuelta de tuerca.
Si para una postal tradicional todo tiene que estar perfectamente planificado y estudiado para tomar una imagen, Arquimbau apuesta por esas instantáneas que surgen en el momento menos esperado. «La postal es por definición una cosa bonita y perfecta», recuerda el fotógrafo, quien no esconde que en este proyecto, «sin ánimo de crítica, hay un cierto punto de ironía». Y con eso se refiere a que en contraposición a las típicas imágenes de playas de aguas cristalinas, él se decanta por enseñar y reflejar esa otra cara de la postal de Menorca, que curiosamente coincide más con la época invernal.
El proyecto, bautizado como Postals de Menorca y cuyas estampas difunde a través de las redes sociales, nació de una forma bastante «espontánea», recuerda Arquimbau. Al autor le bastó cazar con su objetivo la imagen de una mujer, ataviada con una bata, mirando al mar embravecido en Biniancolla. Aquello fue un 29 de enero de 2013, y desde entonces la colección de postales no ha dejado crecer.
Así, poco a poco, ha ido reflejando «la Menorca cotidiana», reconoce, esa parte de la Isla poco conocida y que no se proyecta hacia fuera, como sí ocurre con las postales tradicionales. El día a día ha ido dando a Arquimbau material suficiente para seguir adelante, siempre atento a cualquier situación que le ayude a definir con el objetivo de su cámara el reverso de la tradicional postal turística. Una vía de comunicación tradicional, condenada a ir desapareciendo paulatinamente, pero a la que siempre se le puede seguir buscando el lado artístico.