Presentación Colón Quevedo (Maó, 1955) ha sido testigo durante 43 años de cómo ha ido cambiando el panorama comercial en uno de los centros con más historia de Maó, Sa Plaça en el Mercat des Claustre. Aunque su jubilación no será oficial hasta el 30 de este mes, su negocio, la Pollería Presen, lleva ya unos días con la persiana bajada.
Mucho ha llovido desde 1977, el año en que junto a su amiga Juana, animadas por sus respectivos maridos, se embarcaron en la aventura de coger el traspaso de un negocio que dejaron en sus manos un matrimonio ya mayor. Tras unos años de trabajo en equipo, Presentación se quedó sola al frente de un puesto que lo ha sido todo en su vida, y en el que ha ido abriéndose paso de forma «autodidacta», reconoce: «Al principio yo no tenía ni idea de cómo tocar un pollo».
La comerciante se ha ido adaptando a los tiempos y las demandas del mercado. «Hubo años muy buenos y otros no tanto», reconocía ayer mientras acababa de desmantelar su puesto, pero de todas las crisis que le ha tocado vivir, esta última, la provocada por la pandemia, ha sido sin duda la peor de todas. «Ya veníamos de una época baja, y lo del covid ha sido la traca final; aunque el pequeño comercio hemos hecho todo lo que podíamos para salir adelante».
«Antes la gente tenía otra manera de comprar y también de comer. Hubo épocas en las que abrías a las cinco a de la mañana y ya tenías gente esperando. Ahora se vive de otra manera, con otras costumbres», explica la tendera, quien reconoce haber «disfrutado mucho de su trabajo» y está orgullosa de la «clientela fiel» que ha tenido.
Presen es una de las figuras más veteranas de Sa Plaça, en donde queda ahora como decana otra comerciante con mucha tradición, Juana Tudurí. La responsable de la pollería fue en 1995 una de las personas más activas en la revitalización y reforma del centro comercial: «Parecía algo imposible, pero con ganas e ilusión salimos adelante», rememora.
Ahora se va contenta, «echaré más de menos a la gente que al trabajo», reconoce la empresaria, quien no oculta su preocupación por el futuro del comercio de proximidad. «El día que los mercados y las pequeñas tiendas ya no estén, con ellos desaparecerán también la vida en las ciudades. Llegará un día en el que para ir a comprar una bombilla tendrás que desplazarte hasta el polígono», advierte a la vez que echa en falta un mayor apoyo por parte de la administración.
¿Y ahora qué? Pues los planes pasan por dedicarse a las manualidades, atender el huerto y cuidar de su familia. «Tranquilo que no me voy a aburrir. He trabajado muchos años y ahora agradezco tomarme la vida con más calma», concluye.