El acebuche (Olea europea), o ullastre, es, sin duda, un elemento protagonista en el paisaje menorquín. Está en casi todos los rincones de la Isla, y es que esta especie de olivo silvestre ocupa casi un tercio del territorio de Menorca.
Puede alcanzar desde los dos a los diez metros de altura, dependiendo de las condiciones de la tierra y el clima, y se adapta a todos los tipos de suelos. Las hojas son más pequeñas y estrechas que las del olivo cultivado. Son de forma elíptica y de color verde oscuro. El fruto, olivó o acebuchina, es pequeño y de forma irregular, y suele ser más amargo que las variedades cultivadas.
Los ullastres son muy resistentes y se encuentran principalmente en áreas secas y áridas, como colinas y laderas de la Isla. Los que crecen en la zona norte tienen formas aerodinámicas y están tumbados exponiéndose al sur. Los acebuches, que son conocidos por su capacidad para resistir condiciones difíciles como suelos pobres y sequías, son muy importantes para el ecosistema, ya que proporcionan alimento y refugio para diversas especies de animales y aves.
Desde hace muchos años, su robusta madera ha servido para elaborar herramientas del campo, en tornería, para fabricar las típicas barreras menorquinas y demás muebles a manos de los araders, para la elaboración de pellets para chimeneas y, sus hojas, como forraje para animales.
Desde hace poco, también se está usando como complemento alimenticio, elaborando aceite de las acebuchinas, por su aporte de vitamina E. En Menorca hay varias fincas que lo producen. Cuentan con molino y almazaras especiales para poder obtener el producto, ya que los frutos tienen muy poca pulpa y mucho hueso y la extracción del aceite resulta más difícil. Este aceite es de alta calidad, tanto para alimentación como para cosmética.
Ullastre en taza
Marc Moll Marqués ha ido un paso más allá y se dedica a crear producto local con plantas de Menorca, incluido el ullastre, con el fin de fomentar y dar a conocer la diversidad y las propiedades de la flora autóctona.
El ciutadellenc posee formación como técnico forestal y etnobotánico y es experto en herbolario y fitoterapia, llevando a cabo proyectos con aromáticas, excursiones, talleres y cursos de plantas medicinales y esencias florales, además de haber publicado diversos libros sobre esta temática.
Actualmente, Moll está centrado en su nuevo proyecto. Se trata de una línea de infusiones elaboradas con las hojas obtenidas en las podas sostenibles del acebuche, que se recogen en la finca ecológica menorquina de Son Aparets Nou.
Con las hojas, solas o combinadas con otras hierbas medicinales, se crean infusiones; con las hojas molidas se consigue el matcha; con las flores se obtiene la esencia floral; y, de los restos de partículas que no se pueden moler, se hacen pindas para masajes corporales, entre otros usos.
Según el etnobotánico, el té o infusión de olivo silvestre podría considerarse el té verde mediterráneo sin teína que, además, posee múltiples propiedades. Resulta ser antioxidante, diurético, inmunoestimulante, depurativo del hígado y antifúngico intestinal. Asimismo, es bueno para el colesterol y la hipertensión, es cardio y neuro protector y previene enfermedades degenerativas, además de ser expectorante y ayudar con trastornos inflamatorios. También puede usarse externamente, siendo regenerante, antiinflamatorio y cicatrizante.
Si, encima, estas hojas de ullastre se mezclan con otras hierbas medicinales, obtenemos unas infusiones kilómetro cero cargadas de beneficios. En este caso, Marc Moll se ha decantado por especies como la manzanilla menorquina (Camamil·la de Menorca) o el hinojo para conseguir un efecto más digestivo, relajante y equilibrante; las hojas y flores de jaguarzo, con propiedades antioxidantes, depurativas de metales pesados y antiinflamatorias; o, directamente en forma de matcha, que se hace moliendo las hojas del olivo silvestre para usarla en infusión, en otro tipo de bebidas o en repostería.
Riqueza local
El ciutadellenc no solo ha dado otro uso a las hojas de los acebuches, además elabora diferentes productos con especies menorquinas que también nos aportan numerosas propiedades. Algunas de estas plantas, que se ofrecen como sales o condimentos, son el hinojo que, como ya sabemos, es digestivo y diurético; la manzanilla, digestiva y calmante del sistema nervioso; o la jara, que protege el sistema inmune y es antiinflamatoria.
También elabora ungüentos de caléndula para afección de la piel y de romero para el dolor muscular, además de esencias florales de Menorca, según Moll, indicadas para tomar consciencia de uno mismo y estar en armonía y plenitud personal.
Y es que, tal como explica, hay cantidad de plantas a la vuelta de la esquina que se pueden utilizar en cocina o de forma externa. Algunas de las más curiosas que ha probado son la lechuga glacial o herba gelada o las hojas de ombligo de Venus o Coques de paret, perfectas para las ensaladas por su textura y sabor sorprendentes.
Como proyecto de futuro, Marc Moll está pensando en las sales vegetales con plantas menorquinas a modo de superalimento, para lo que ya está investigando.
Y, en cuanto al acebuche, quién iba a decir que este árbol icono menorquín iba a ser tan útil para todo. Desde complemento alimenticio a comida para animales, pasando por el uso de su madera en carpintería y en el campo, a la elaboración de aceite de acebuchina, o a su inclusión en repostería y cosmética. Y, actualmente, ya podemos disfrutar de sus hojas en forma de sales o infusión. Ahora ya podemos decir, oficialmente, que del ullastre se aprovecha todo.