Este viernes por la tarde se presenta en el Salón Cultural de Santa María del Berrocal, un pueblo en el valle del Corneja, en Ávila, un libro en el que su autor, el empresario textil José María Izquierdo Hernández, recupera en una cincuentena de relatos la historia viva de dicho pueblo. En la presentación del libro «Santa María del Berrocal. Voces de ayer, miradas de hoy», los asistentes podrán degustar productos menorquines que su autor ha llevado desde la Isla, donde reside desde 2011 y en la que es propietario de las tiendas Memphis, Jack & Jones y Fortuny.
Su vida ha estado siempre ligada al mundo textil.
—Sí, después de estudiar primaria y un módulo de electricista, a los 16 años fui con mi jefe de vendedor ambulante por toda España. Después me instalé en Santa María del Berrocal, mi suegro tenía una fábrica y almacén de camisas y me quedé a trabajar con él.
Hace unos treinta años conoció Menorca, ¿cómo fue?
—Yo iba a vender a las tiendas de Balears y cuando en 1994 por primera vez llegué a Menorca la isla me entró por los ojos, me dije que si alguna día tenía que abrir una tienda lo haría en Menorca. Y así fue, abrí la tienda Don Vaquero en Maó y después otras por España, como Ciudad Real, Granada, Santander y Palma, entre otras.
Años de crecimiento económico que se truncaron con la crisis de 2008.
—Todo se vino abajo, cerré la fábrica de camisas en Ávila y tuve claro que debía venir a Menorca, isla en la que vivo desde 2011.
Menorca es una isla más pequeña, limitada, ¿por qué no fue a Mallorca o Eivissa donde hay más actividad económica?
—Cierto es que podrán tener más actividad y alternativas para triunfar, pero una cosa es el triunfo y la otra es el descanso, yo lo que quería era el descanso y a mi Menorca me venía de perilla. Si yo hubiera tenido 30 o 40 años, a lo mejor hubiera pensado de forma distinta, pero con 50 años lo que realmente quería era tranquilidad.
¿Qué le inspiró a escribir estas historias?
—Cuando vine yo no me despertaba sin ver un amanecer, me ayudaba mucho, madrugaba mucho y paseaba. En estos paseos empecé a escribir con el móvil lo que se me venía a la imaginación de lo que había sido el valle del Corneja, justo en la espalda de la Sierra de Gredos, escribía historias que había oído de pequeño, mi padre siempre tuvo fragua y taberna y yo, que era muy curioso, siempre estaba alerta de todo lo que contaba.
¿De qué manera ha influido la Isla?
—Aunque son historias del valle del Corneja, en Ávila, mezclo mucho Menorca como que me ayudó a rescatar todas aquellas historias. Además, en el acto de presentación del libro habrá una degustación de productos menorquines, he llevado ensaimadas, queso, vino, gin Xoriguer...
¿Cómo surgió la idea de publicar un libro?
—Realmente, ha sido sin querer, me animaron mis amigos y la gente que me seguía en Facebook e Instagram, donde colgaba las historias.
Una manera de homenajear a su tierra?
—Sí, pero puede considerarse un homenaje a toda Castilla-León, yo hablo de historias del valle del Corneja, pero son historias perfectamente adaptables a cualquier pueblo de la región.
¿Sigue al frente de sus negocios?
—No, de hecho, una de mis hijas, Marta, es la que se encarga de las tiendas de Maó y Ciutadella.
¿Qué aficiones tiene?
—Pasear por la mañana, ver el amanecer, también me gusta escribir y leer, sobre todo historia en general.
Han pasado treinta años desde que por primera vez conoció Menorca, ¿cómo ha cambiado?
—En cuanto al turismo, ha dado un vuelco exagerado, también en la inmigración ha cambiado la nacionalidad de los inmigrantes, no tiene nada que ver.
¿Cuáles son los principales problemas que tiene la Isla?
—Veo Menorca demasiada masificada, pero hay otro problema, a mi juicio el más grande, y es cómo se está poniendo el tema de la vivienda, tanto en el alquiler como en la compra, los precios están disparados para la gran mayoría de la gente.