A las mismas horas en las que la Selección Española trataba de hallar una explicación al desastre superlativo en el barómetro futbolístico acaecido ante Holanda, un ingente grupo de entusiastas menorquines, jóvenes y no tan jóvenes, competían en los primeros 'jocs esportius municipals' que han cubierto de actividad las numerosas instalaciones de la isla durante el fin de semana.
Si España observa la decadencia del equipo que ha reinado en el planeta fútbol durante seis años, el deporte menorquín, entendido como práctica lúdica asociada al escudo de la patria más chica, la del pueblo de cada uno, goza de una salud plausible. Los juegos olímpicos a la menorquina -permítanme tan osada comparación- se clausuraron ayer con buena nota como primer ensayo general para los Island Games de 2021 que deben disputarse en este territorio. Han fortalecido el sentimiento común, la amistad por encima de la rivalidad, el compañerismo y la diversión, sobre todo la diversión y el juego entre amigos más allá de cualquier otra circunstancia, incluidos los resultados que dejan el rastro de Ciutadella como conjunto más competitivo entre las ocho poblaciones de la Isla.
Si los deportistas menorquines inscritos en esta actividad, han calibrado su nivel entre ellos, a España le queda ahora un reto que parte del trauma por la hecatombe del pasado viernes, aderezado por las dudas razonables que exhibió su desorganizado fútbol. Ganar a Chile y Australia con goleada es el último desafío del equipo que mejor ha practicado este juego, seguramente, a lo largo de toda su historia, para no verse tristemente desalojado de la cita brasileña a las primeras de cambio.