Soy curioso y activo. Me gusta el cambio y me cuesta aceptar la rutina. Por eso con cierta frecuencia efectúo escapadas a la península o al extranjero en busca de nuevas sensaciones e imágenes que mantengan mi interés por el entorno. Pero siempre que estoy fuera trato de encontrar alguna conexión con la Menorca que conozco y quiero, en la que vivo.
En mi última salida la curiosidad me llevó a contemplar y a admirar los Dólmenes de Antequera, recientemente declarados Patrimonio Mundial o de la Humanidad por la UNESCO en una sana competencia aparente con la declaración que persigue la Menorca Talayótica. No soy partidario de establecer comparaciones. Me gusta contemplar lo relevante de cada sitio y, sobre todo, disfrutar de lo que nos ofrece. Y Antequera, ciudad que no conocía, me pareció interesantísima. Por su situación, en el centro de Andalucía, en una encrucijada de caminos autopistas y vías férreas (incluido el AVE) que me hacía recordar el centro del Mediterráneo occidental en el que se sitúa Menorca, en esa encrucijada de rutas marítimas que tanto han influido en su manera de ser. Y respecto a Antequera es interesante también observar, como en Menorca, la riqueza y densidad de su historia y de las diferentes y antiquísimas culturas que han habitado en ella y que se ponen de manifiesto en sus restos megalíticos, en la arquitectura, museos, iglesias y fortalezas que ofrece esta ciudad de 40.000 habitantes.
Los Dólmenes, (Menga, Viera y El Romeral) son, probablemente, las primeras construcciones humanas conocidas en Europa, con más de 6.000 años en sus impresionantes megalitos, enterrados en las lomas que los protegen y en un entorno natural espectacular del que forma parte la singular Peña de los Enamorados y el misterioso Torcal (asimismo Patrimonio Mundial), con sus exclusivas formaciones kársticas que producen formas increíbles.
Si con estos comentarios se despierta en el lector el interés por conocer y disfrutar los lugares aquí citados, aunque sea virtualmente con la ayuda que la tecnología ofrece hoy, me daré por satisfecho; pero no puedo dejar de citar el recientemente inaugurado "Caminito del Rey" a escasos kilómetros de Antequera, que atraviesa a impresionante altura el desfiladero de los Gaitanes. Son siete kilómetros que vale la pena recorrer a pie (tres de ellos por pasarela pero sin riesgo alguno), y que nos introduce en un mundo de acantilados por cuyo fondo fluye el río Guadalhorce.
Y todo esto… ¿Qué tiene que ver con la Isla del Rey y con los voluntarios que acudimos a ella? se preguntará alguien.
Pues bien, mi opinión es que, a través de esa participación en la recuperación de la Isla del Rey se despierta la curiosidad por cuantos hechos han acontecido en relación con ella. Por supuesto, su ubicación en el Puerto le confiere el derecho a considerarse el centro del mismo y de cuanto en él ha ocurrido, lo que espero recoja el futuro Centro de Interpretación. Y el haber sido hospital importante, le da un carácter social que genera simpatía y gratitud. Pero, además, el esfuerzo que hace la Fundación con sus publicaciones y proyectos en marcha, en los que muchos participamos, para recuperar la historia mediante historias, abre una red de conexiones y de hechos culturales que conduce a otros entornos y lugares lejanos. ¿Ejemplos? La antigüedad megalítica en Antequera o la exposición temporal e itinerante sobre la Menorca Talayótica, que se muestra actualmente en el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares, con unos excelentes paneles y explicaciones y un precioso video de bienvenida en el que se muestra la relación existente entre el menorquín y la piedra. Considero que es un acierto del Consell, del Museo de Menorca y de todos los que han colaborado en esta muestra. Por cierto, una vez más, tuve la oportunidad de votar a favor de la candidatura de la Menorca Talayótica.
José Mª Vizcaíno Aznar
Doctor Ingeniero Industrial (jubilado)