Cuando algo se interpone entre un objeto luminoso y tú, se produce un eclipse.
Los eclipses de sol y de luna son los más conocidos. Desde la Antigüedad es el fenómeno astronómico que ha causado más temor, pues suponían el enfado de los dioses. Cuando se oculta el sol parece que el mundo se acaba, que los dioses nos abandonan a nuestra suerte. La palabra «eclipse» viene del griego y significa «desaparición, abandono». El alivio es tan intenso como el terror anterior, cuando todo parecía perdido para siempre.
Los eclipses de luna son menos espectaculares. No perturban tanto la vida, se va ocultando su luminosidad y un extraño fulgor rojizo, oscuro, silencioso, nos permite descubrir su rostro.
rojizo).
Y, más allá de estos fenómenos astronómicos, suceden muchos otros eclipses en nuestras vidas. Porque algunas veces nos topamos con seres luminosos, seres que nos calientan y la vida crece con su luz y su aliento. Y, en un momento dado, algo, un cuerpo opaco se interpone, nos estorba su visión, nos crea una inquietud, por la oscuridad que nos genera. Entonces, centramos nuestro esfuerzo y energía en apartar ese obstáculo que se ha interpuesto en nuestra vida y nos agobia.
Lo bueno del eclipse viene por la confianza de que es algo pasajero y la luz, después, vuelve a brillar. Y también es bueno que el eclipse sea algo excepcional. Simplemente es un misterio que nos recuerda la necesidad de la luz para la vida.
Un eclipse puede ser algo emocionante y también puede ser visualmente hermoso. Por eso los eclipses pueden ser un motivo de convertirlos en arte, por su combinación de lo visual y de lo sensible, lo emocional y lo racional. Pero hay muy pocos artistas que lo hayan tocado como tema. Yo solo he conocido a dos: Hilma af Klint y Nuria Román.
Hilma, a principios del siglo XX, en 1915, se interesó en pintar lo que existe, más allá de lo visible. Lo suyo fue una abstracción a partir de sus visiones espiritistas. Así, su obra se acercó al eclipse, a lo que se oculta detrás de las apariencias; y también a la representación de las religiones, como círculos donde conviven las luces y las sombras, el bien y el mal. Una obra muy interesante.
Ciento diez años más tarde Nuria Román está trabajando entre Menorca y Nueva York el tema de los eclipses. Ella siempre ha sentido una atracción por lo cósmico, lo planetario. A Nuria le preocupa el planeta, nuestro planeta tan maltratado. Actualmente está dedicando muchos esfuerzos en su proyecto colosal de «Coser la Tierra», donde persigue el sueño de dar puntadas a lo largo del Paralelo 40º, con agujas gigantes que suturen las heridas entre culturas, entre el norte y el sur: Nueva York, Japón, China, Uzbekistán, Turquía, Grecia, Italia y Menorca son sus localizaciones para los próximos años. Pero, en medio de ese proyecto ha surgido de pronto, intensamente, el tema del eclipse.
Y yo creo que es un tema inevitable. El mundo está ante un eclipse inminente. Lo dicen los economistas, los políticos, los periodistas; la gente de la calle también percibe que una oscuridad se acerca. Y los artistas no se quedan al margen. Desde el arte, la literatura, el cine y la cultura en general nos hablan de nuestros temores a la oscuridad, a la catástrofe; nos hablan de nuestras preocupaciones y también, a veces, de nuestras esperanzas.
Donald Trump, por ejemplo, puede ser ese bulto oscuro y perverso que provoca un eclipse.
Podemos obsesionarnos con su maldad y su estupidez. Pero él también pasará. No será el fin de los tiempos ni el principio de un futuro prometido a sus seguidores. Será un eclipse.
Aunque la propuesta de «Eclipses» Nuria Román va mucho más allá de una reacción ante las amenazas de Trump. Sus obras nos hablan de las posibilidades de descubrir otras luces, otros colores. En muchas de sus obras la sombra interpuesta ya no está (o está por llegar): su obra habla de lo maravilloso de los cuerpos celestes y luminosos. Porque ellos son así, siempre, antes y después del eclipse. Y, a veces, en su obra, gana la luz a la sombra, el cuerpo interpuesto no consigue acabar con ella.
Dice Nuria: «Lo más reconfortante del movimiento del eclipse es saber que después de la oscuridad llega la luz y ese es el proceso que se repite en la historia de la humanidad».