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Lamparitas

Vista de la sala de la galería Hauser & Wirth con las obras de Mika Rottenberg

| Menorca |

Fui a la galería Hauser & Wirth de Menorca a ver la exposición de Mika Rottemberg. No me había creado muchas expectativas sobre el trabajo de esta argentina instalada en Nueva York. No la conocía. Por lo que había visto en la prensa y en la web, lo que nos presenta son unas lamparitas creadas con troncos de plantas trepadoras y plástico reciclado. Ella, la artista, pone mucho énfasis en destacar que colabora con oenegés de colectivos desfavorecidos que le proporcionan los plásticos reciclados. Y luego, arma un discurso justificativo sobre «regenerar lo invasivo» que pretende ser ecologista, anti capitalista y anti consumista.

Mika Rottenberg en su estudio de Nueva York.

Pero, bueno, la apariencia de su obra no se aleja mucho de las lamparitas que se pueden encontrar en mercadillos artesanos. Incluso añadiría, aunque resulte un poco ofensivo, que se parece, en el fondo, a algunas manualidades extraescolares con materiales reciclados.

Las lamparitas de Mika son bellas, decorativas… y banales. El discurso conceptual y político ni se ve ni se le espera. Por suerte. Quiero decir, que estas lamparitas lucirían bien en cualquier tienda de decoración elegante. Crean un ambiente cálido y acogedor, incluso diría que encajarían a la perfección en las habitaciones infantiles, con sus colores alegres y sus formas divertidas. Están bien, son monas (aunque decir «monas» de una obra de arte contemporáneo es anatema). Pero, ¿qué hacen estas lamparitas de colores en una galería de la categoría y el prestigio de Hauser & Wirth?

MIKA ROTTENBERG. Lampara compartida, 2025

En el arte contemporáneo extraña ese giro hacia objetos funcionales y decorativos. No encaja. Pero, démosle una segunda oportunidad, una segunda mirada. Repensemos el sentido de lo que nos presentan -la credibilidad de la galería se lo merece-. Pregunta: ¿son obras de arte estas lamparitas o son simple artesanía de calidad?

Vayamos por partes. A mí me reconforta ver que se valora lo artesanal, lo hecho con las manos, en esta época de arte conceptual donde solo se valora la idea, mientras que la ejecución material de la obra se delega en otros o en máquinas. Me gusta que estas lamparitas sean artesanas y funcionales (que sirven para algo). Y diría que lo que menos me convence es el bla-bla-bla conceptual de si se trata de «regenerar lo invasivo» o si se trata de «recuperar la luz de otras vidas del plástico usado». Es verdad que se trata de la conjunción de troncos de plantas trepadoras y plásticos reciclados; pero, ¿es necesario trascender esta evidencia? ¿Se atreverían a presentar una obra sin un discurso pretencioso, comprometido con una causa? Por favor, que no nos cuenten la milonga de que pretenden concienciar de los problemas medioambientales con estas «lamparitas compartidas». Y tampoco me creo un discurso de denuncia anticapitalista en una sala de una de las galerías más poderosas del mundo, con clientes mega ricos. No sé si habría que interpretarlo entonces como un toque de cinismo, de provocación incongruente.

Brigitte Charlton-Vicenty, fundadora de Inner City Green Team, guardando envases de detergente limpios en bolsas para su reciclado.

Yo estaría agradecido y aplaudiría que una artista de prestigio como Mika Rottenberg, que tiene obra en los museos de arte contemporáneo más importantes del mundo, ahora nos presente un trabajo artesanal y decorativo. Sin más pretensiones. Me encantaría. Eso sí que sería rompedor. Mika podía decir «me cansé de salvar al mundo con mis mensajes crípticos y complicados, lo que ahora me apetece es hacer esto, me lo paso bien y creo que queda lindo.»

Porque el trabajo artesanal es relajante y también es interesante. Tocar los materiales con las manos, palparlos, estudiar los materiales para darle forma y solidez, jugar con los colores, concentrada en lo que estás haciendo, sin más. Se nota que la artista ha disfrutado pegando los churretones de plástico extresado en unos troncos retorcidos. La forma de seta de las lamparitas es evocadora y despierta nuestra imaginación (aunque tampoco me interesa el discurso de que la seta representa lo tóxico pero también lo regenerativo de las setas). Hay algo lúdico en estas lámparas que nos transmiten el goce de su ejecución, la alegría del montaje resuelto y luego quedar encantados con el efecto de la luz encendida. Es alegre, es simple, es vital, es hermoso. Es arte.

MIKA ROTTENBERG. Lampara compartida, 2025

La exposición se complementa con dos videos impactantes, pretenciosos, raros, molestos, atractivos e incomprensibles. Quizás para mostrarnos el mundo conceptual crítico y tóxico de donde viene Mika Rottenberg. Viene de ahí y ahora quiere hacer lámparas alegres, físicas y sugerentes. Y yo me alegraría de que haya hecho eso, de ese giro, para bien. No es bueno quedarse para siempre en el universo de lo conflictivo, lo oscuro, lo críptico, ese lugar donde pervive ahora un arte contemporáneo plúmbeo, aburrido, feo e inane.

¡Vivan las artesanías, el arte y las lucecitas de colores!

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