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Cantarida

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En una reciente colaboración (ver Menorca del 28 de mayo) José María Vizcaíno uno de los puntales de la Fundación Hospital de la Isla del Rey, se refería al ultimo congreso de Alergólogos y en concreto al brillante trabajo de uno de ellos, el Dr. Roberto Pelta y su última obra «Puro Veneno», hoy en nuestra biblioteca.

El libro es interesantísimo y no solo bajo el aspecto médico. Solo extraigo de él, sus referencias a la cantárida, una vieja conocida de los voluntarios de la Isla del Rey. Cierto. Porque cuando recuperamos y editamos un «Formulario Cirújico (sic)» que dictaba en 1808 el Director del Hospital Dr. Rodriguez Caramazana a su boticario D. Juan Clapés, ya trataba de ella.

Bien conocida por los antiguos griegos, referida por Hipócrates, Tácito y Lucio Licinio Lúculo, la cantárida o mosca española es un coleóptero verde oscuro, brillante con reflejos cobrizos, mitad mosca, mitad escarabajo. El polvo de cantárida se obtiene desecándolo y pulverizándolo. Es insípido y pasa desapercibido mezclado con otros alimentos. En pequeñas dosis causa una leve irritación de la uretra y de la vejiga. En mayores dosis, produce erecciones que pueden ser peligrosamente prolongadas e incluso pueden causar la muerte.

Hay constancia histórica de que para estimular la libido en los prostíbulos venecianos del Renacimiento ya se usaba. Cayó en desuso en el siglo XVIII por los riesgos que entrañaba: 2 gramos podían ser letales.

Es bien conocido el uso de la misma por Fernando el Católico. Una vez fallecida la Reina Isabel en 1504, Fernando (54 años) celebró nuevo matrimonio con Germana de Foix, (18 años) sobrina de Luis XII de Francia. Hay amplias referencias a los esfuerzos de Fernando por tener descendencia. Moriría en Madrigalejo en 1516 adonde fue para asistir al capítulo de las Órdenes de Calatrava y Alcántara. Se atribuye al exceso de cantárida su muerte, pero la verdad es que el Rey adolecía ya de muchos males.

Es menos conocido su uso como afrodisíaco por el Marqués de Sade (1740-1814). Refiere su biógrafo Walter Lenning que «el Marqués había reunido a cuatro jóvenes prostitutas para pasar una alegre mañana, a cambio de altos honorarios. A las muchachas que no alcanzaban el ardor adecuado, les ofreció bombones de cantárida». La sustancia gozaba entonces de gran estima en Francia por provocar excitación sexual. Durante los 29 años en que estuvo el Marqués en diversas prisiones y manicomios escribió sus novelas «Justine» y «Juliette».

Reencontramos finalmente la cantárida en Londres en 1954 cuando un mayorista de productos químicos Arthur Kendrick Ford para «satisfacer sus lujuriosos instintos», suministró cantárida con resultado de muerte a dos de sus empleadas, Betty Grant y June Malins de veintisiete y diecisiete años, por lo que fue condenado.

Una pequeña nota final con fondo de humor ante tanta tragedia. Cuando apoyamos uno de los primeros congresos de Farmacéuticos, que continúan celebrándose gracias al impulso de nuestros voluntarios diplomados en Farmacia, pusimos en pequeños frascos comprados en los chinos, unas chuches con forma de pastillas, dejándolos sobre una mesa junto a folletos de laboratorios. La etiqueta exterior rezaba: «Cantárida. Muestra sin valor. Pendiente permiso sanitario»

¡Desaparecieron los cincuenta frascos! No habían leído nuestros queridos boticarios, el «Puro veneno» del Dr. Pelta.

Luis Alejandre Sintes

Presidente F.H.I.R.

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