Me cuesta ignorar a quien me interpela. Sufro para no contestar los mensajes en el móvil en cuanto los veo. Me veo incapaz de dejar de responder, aunque sea una fría despedida, a quien por la calle me pregunta si tengo un minuto para alguna causa. Relleno las encuestas de satisfacción, aunque sea con poca atención. Por eso, cuando en una valla publicitaria o en un cartel veo aquel mensaje de sede vacante «Espacio de para su publicidad» no puedo evitar pensar qué cosas podría yo publicitar en el espacio referido para no hacerle un feo.
Son como hojas en blanco. Como silencios incómodos, donde en algún momento hubo algún mensaje. En el de la imagen, ubicad o en el Camí de Cotaina, todo apunta a que un día publicitó un coto de caza, una propiedad privada o la presencia intimidante de un perro. A saber.