La decisión del operador alemán TUI de iniciar la repatriación de sus clientes en Balears supone, de facto, el fin de la temporada turística. El anuncio de incluir a las Islas como zona de riesgo por el número de contagios ha sido determinante en la adopción de una postura que deja sin opciones la actual campaña, muy tocada desde la imposición de una cuarentena a los británicos a la hora de regresar a su país. Frente a este escenario, catastrófico por sus consecuencias económicas más inmediatas, solo caben medidas que eviten el desplome definitivo de la economía balear; una tarea en la que es imprescindible el compromiso de las instituciones públicas, pero también de todo el conjunto de la sociedad.
La salida de TUI del mercado balear hace imposible vislumbrar cualquier tipo de remontada de la temporada turística. Las demandas de ayuda no pueden tener evasivas por respuesta, como está ocurriendo con los representantes del Gobierno al máximo nivel. Balears se ve abocada a un período de recesión económica desconocido desde hace más de setenta años, que cabe esperar que sea de corta duración pero que, sin duda, será más profunda de lo pronosticado en los cálculos más negativos. Sin alternativas factibles no hay otra opción que aunar esfuerzos, lograr el empuje necesario para salir cuanto antes de esta etapa de enorme adversidad.