Tras la noche electoral en Catalunya empieza la cuenta atrás para investir al nuevo presidente de la Generalitat. El PSC-PSOE, que ha sido la formación más votada, aunque empata en número de diputados con ERC, insta a los republicanos a apoyar la investidura del exministro Salvador Illa, pero Esquerra Republicana descarta a los socialistas y anuncia que quiere formar gobierno «cuanto antes, mejor» con Junts per Catalunya, la CUP y los Comuns. El soberanismo ha superado el 50 por ciento de los sufragios, lo que abre las puertas a un gobierno de este signo. Cuando Ciudadanos y el PP se han hundido -solo suman nueve diputados-, Vox irrumpe con once, un Govern soberanista situará a Illa, el hombre de Pedro Sánchez, como líder de la oposición. Pero se abre un nuevo escenario para que, desde Barcelona y Madrid, arranque una etapa de diálogo y negociación. La política de bloques -unos a favor del procés y otros radicalmente en contra- ha conducido a Catalunya a un callejón sin salida. Los vetos cruzados el extremismo no favorecen la distensión para que, desde la serenidad, el seny en lugar de la rauxa, sea posible afrontar el antiguo problema catalán.
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