El clima prebélico entre Rusia y los países occidentales por las maniobras militares rusas junto a la frontera con Ucrania no se enfría. Estados Unidos encabeza una estrategia de presión sobre Vladimir Putin para que aleje sus tropas con el anuncio de fuertes sanciones económicas, mientras la OTAN envía refuerzos militares. El último movimiento ha sido solicitar la salida de Ucrania de los ciudadanos de la Unión Europea, petición a la que se ha sumado España. Desde la Casa Blanca se considera «inminente» la invasión rusa de Ucrania, aunque desde Moscú se insiste en que no hay ninguna intención real en este sentido.
Ayer tuvo lugar la última conversación directa entre los presidentes de Estados Unidos y Rusia, Biden y Putin, respectivamente, sin un resultado concreto. Todas las opciones, incluida la militar, siguen abiertas. En términos de legalidad internacional, la OTAN no podría intervenir en el hipotético conflicto; Ucrania no forma parte de la organización y todo quedaría sometido a las resoluciones de Naciones Unidas. La vía diplomática para la desescalada tiene muchas dificultades para abrirse camino, los intereses son contrapuestos entre Rusia y Occidente. Moscú se siente amenazado con la pérdida de control sobre las exrepúblicas soviéticas, la mayoría de las cuales se decantan por la integración en la UE y la OTAN.