Los datos de la Agencia Tributaria revelan un notable incremento en la cifra de contribuyentes con inmuebles valorados en más de 700.000 euros en Balears; excepción hecha de su primera vivienda. Al mismo tiempo aumenta el número de personas en claro riesgo de pobreza. La sociedad de las Islas ahonda en las diferencias económicas, lo que evidencia la falta de canales de solidaridad para reducir las distancias en una región con una economía dinámica por el turismo, pero muy marcada por la estacionalidad. La pandemia provocó una abrupta caída del PIB regional, que este año vive una intensa reactivación.
Balears se consolida como un destino muy atractivo por el entorno natural, la seguridad, las comunicaciones y los servicios. Pero también hay bolsas importantes de ciudadanos que viven ajenos a la opulencia, aquellos para los que su patrimonio es cada vez más exiguo. Los precios de la vivienda y los alquileres marginan cada vez a más personas, incluso aquellos que gozan de trabajos estables. Y la situación entre los jóvenes es todavía más dramática. Los gravámenes del Impuesto del Patrimonio debería servir para paliar en buena medida esta distancia entre ambos grupos, porque la generación de riqueza no puede ser a costa de ir ampliando la bolsa de desfavorecidos. Una región de contrastes que crean tensiones sociales.