La polémica generada por los gritos machistas desde un colegio mayor universitario masculino de Madrid a otro femenino situado enfrente ha generado una enorme controversia política y social. Tanto por su contenido procaz como por la complicidad de las destinatarias, que excusan el episodio en una especie de tradición sin mayor trascendencia.
La Fiscalía ha decidido intervenir en lo que ha sido interpretado como una gamberrada estudiantil, pero lo ocurrido constata que no se avanza en la equiparación y respeto entre hombres y mujeres. No estamos ante un problema judicial, es social.
Que unos chicos insulten a unas chicas no es una diversión, y menos, una tradición a mantener. Sorprende que sean los más jóvenes quienes minimicen estos hechos reprobables e injustificables, que evidencian el fracaso del sistema educativo y las campañas de concienciación.
Es preciso denunciar y actuar contra las actitudes machistas en cualquier ámbito. Los expertos advierten que los adolescentes normalizan con demasiada frecuencia estos comportamientos incívicos y agresivos, como ha quedado demostrado en lo ocurrido en Madrid por parte de las chicas destinatarias de los mensajes soeces. Es preciso romper muchos esquemas en nuestra sociedad, y para ello el papel y la responsabilidad de las familias y los centros educativos es esencial.