El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha entrado en una peligrosa deriva y arrastra a su Gobierno a decisiones muy inquietantes en Oriente Próximo. Al ataque a la embajada iraní en Damasco, que se saldó con la muerte de un líder de la guardia revolucionaria de los ayatolás y de varios de sus lugartenientes, hay que añadir la muerte de los miembros de la ONG del chef español José Andrés atacados en Gaza, cuando repartían comida a los palestinos desesperados por el hambre y los bombardeos israelíes.
La comunidad internacional espera ahora la respuesta de Irán, que ha hecho saltar todas las alarmas en Israel, donde la población está haciendo acopio de alimentos y generadores de electricidad, anticipándose a un ataque contundente desde Teherán. A todo esto hay que sumar el malestar de Estados Unidos por la beligerancia de Netanyahu. Washington es el principal aliado de Israel y siempre lo ha apoyado en las guerras contra Egipto, Jordania o Siria. Ahora las cosas están cambiando porque el sufrimiento de la población civil gazatí es inmenso y hay miles de víctimas, entre mujeres, niños y ancianos. Sin el apoyo de Estados Unidos, Israel se verá seriamente perjudicado. Netanyahu protagoniza una huida hacia adelante. Cuando acabe la guerra, estará en un callejón sin salida y su carrera política agotada.