Una semana después del relevo en el Ayuntamiento de Ciutadella, ahora que se ha pasado la euforia, convendría recordar, para mantenerlos vigentes, los buenos principios de gobierno. Se ha de exigir honestidad, rigor y buena conducta pero además y, sobre todo, coherencia. Todo aquello que se ha criticado como oposición, todo cuanto se ha denunciado, ha de ponerse sobre la mesa y contrastar las palabras de antes con los hechos de ahora.
El ejemplo del IBI, ese impuesto que pagan -o deberían pagar- todos los propietarios puede servir de referencia en ese seguimiento de la coherencia. La última subida provocó una airada y justa reacción ciudadana, empresarial y, por supuesto, del resto de grupos municipales, los que ahora mandan en la plaza. Lo normal sería que pongan en práctica las sugerencias expresadas entonces y apliquen un tipo más modosito.
Sin embargo, es más fácil pensar que ahora comenzarán los lamentos de las arcas vacías -todos los ayuntamientos están igual, la excusa no sirve- y que la prestación de servicios municipales exige recursos y que ante la falta de financiación estatal los ha de generar el propio municipio. El discurso es conocido, con ese pretexto Maó figura entre los líderes nacionales del sablazo fiscal. Ojo, por tanto, a los colegas de Ciutadella, que no se olviden de sus críticas por el subidón.