Campeonato del Mundo de Fútbol. Sudáfrica 2010. Todo un símbolo, con Nelson Mandela a la cabeza, de que una ignominia de años ha sido erradicada por fin: el apartheid. Aunque el fútbol es la pugna frente a un equipo contrario, también significa respeto al adversario y a las mismas reglas de juego. La antítesis del racismo.
Rueda de prensa, días antes de la final, de dos compañeros de selección española: Uno se llama Busquets y el otro, Marchena. Una joven periodista, lanza la pregunta a este último.
- ¿Qué opinas de la predicción del pulpo Paul?
La contestación es antológica. El fornido defensa, mira a los ojos de su interlocutora, se encoge de hombros y se limita a responder:
- Es un pulpo... -. Silencio. No dice nada más. Hace un leve gesto facial, como diciendo: saca tus propias conclusiones. (Risotada general).
Siempre hemos buscado fórmulas para contener la ansiedad, y la angustia que nos produce un porvenir desconocido. Dado que no podemos controlar el futuro, nos tranquiliza pensar que ya está decidido de antemano. Porque no soportamos la incertidumbre. De hecho, el tema ha levantado tanto interés, que un calamar gigante ha vaticinado estos días el final de la crisis para el año 2018.
- Me quiere, no me quiere... me quiere, no me quiere...
- ¿Qué haces con esa margarita?
- Nada, saber si esa chica que tanto me atrae, me corresponde...
- Yo, para estas cosas, consulto con la almohada...
- Lo mejor es el horóscopo...
- ¿Has probado que te lean las cartas?
- Yo sé leer... pero es que no me escribe.
- ¡Me refiero a las cartas del Tarot, hombre!
Preferimos ignorar datos más objetivos, tales como: el trabajo continuado, el esfuerzo y la planificación, los sacrificios que permiten mejorar o corregir los errores... todo eso pasa a un segundo plano. Donde esté un pulpo adivino o una buena bola de cristal, que se quite lo demás. El factor azar nos tiene muy alterados. ¡Ojalá pudiésemos controlarlo todo...!
Necesitamos creer en algo. Sobre todo, en lo que nos interesa. De ahí, nuestra facilidad para ser embaucados. Pero, como dijo Marchena: "Sólo es un pulpo, señora".
Aquel viejo profesor, le dio un consejo a su inquieto discípulo mientras tomaban un café:
- Muchacho, recuerda que nunca es tarde para tener uso de razón.