Abogado en ejercicio desde 1995 y gallego de nacimiento. Ha participado como ponente en numerosos foros y congresos. Es profesor de Legislación Laboral y Relaciones Individuales de trabajo en la Escuela de Negocios de Caixanova. Está especializado en Recursos Humanos y Management. Colabora en el Suplemento de Empleo y Formación.
Podemos decir, manteniendo su "anonimato" y con todo el cariño del mundo que se llama "La Mery" y es una Mujer de hoy.
Tiene a los 40, dos hijos como dos soles, un divorcio doloroso a sus espaldas y esconde tras una voz suave a un ser luchador, al que, en un momento dado la vida retó, empeñándose en jorobarle el carácter . Pero La Mery salió de su envite indemne, sobreviviendo entre los brazos de su admirable familia, a caballo del tiempo parcial y el pluriempleo, quemando la visa sin poder evitarlo y sin pararse a pensar "pobrecita, qué va a ser de mí". Así, sin miedo a nadie ni a nada, haciéndose gigante sin buscarlo, asumió que sus "soles" la necesitaban, pues no podría perdonarse que tuvieran una infancia perdida. Eso nunca.
Llegados a este punto, os quiero decir que lo que parece una triste historia al estilo de Charles Dickens (ése parecía su destino) no lo es, pues cuando la soga ya apretaba y el panorama peor pintaba, llegó una oportunidad de manos de alguien que vio en ella cualidades como persona que la hacían valiosa para el trabajo en común, vislumbrando así su capacidad futura para contribuir, esforzarse y crecer aportando resultados dentro de una excelente empresa.
Apareció así su oportunidad porque nuestra protagonista tiene consigo una materia prima quizás no valorada en su justa medida, el talento, y ahora, con la sabiduría profunda que da el caerse y levantarse, afrontando continuamente equilibrios inestables entre su vida personal y profesional apura su oportunidad con olfato y lealtad, valiéndose para ello tanto del esfuerzo -que apoya siempre del hambre de saber y avanzar- como de una manera de ser afable y cálida, que contribuye a un buen ambiente laboral.
Sinceramente yo busco siempre en profesionales de empresa cualidades como las de La Mery (conciencia de uno mismo, talento, dinamismo, esfuerzo, capacidad de adaptación, inteligencia emocional, orientación a resultados...), pero me consta que no siempre las "vemos" o las queremos. Es triste, pero a veces pensamos en que personas así no encajan en nuestra cultura de empresa y nos decidimos por que nada cambie y nos valemos de nuestra "intuición" para rechazar posibilidades de mejora y perpetuar así desfasados esquemas de organización. Una vez más Albert Einstein tenía razón: "¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio."
En este punto, sumando una más una, resulta fácil llenarse de dudas cuando confrontamos estos paradigmas "de que nada cambie" con nuestras necesidades reales como empresa: ¿Sabemos cuántas oportunidades, perdemos día a día en el mundo laboral español por no pensar profundamente en las personas, en sus cualidades y en su desarrollo como fuente de valor y de generación de ventajas competitivas o de sostenibilidad empresarial? ¿Cuánto estamos dejando de ganar cuando las Merys no están en activo produciendo, sumando y exprimiendo a tope su talento? ¿Por qué hablamos del coste de la igualdad, el de la diversidad o el de la conciliación y no cuantificamos el de la pérdida o subexplotación del talento, de la flexibilidad o la innovación tenga la forma, género y color que tenga? ¿Qué habría pasado si la Mery con su potencial hubiera sido juzgada sólo por su aspecto y relegada a "ser un precioso florero", o por estar divorciada y tener niños "a cuestas", a ser una ama de casa mal mantenida sin haberlo elegido ella?
Las respuestas no son sencillas, pues las causas tienen raíces muy profundas, pero intuyo simplificando que confundimos un gasto de personal con una rentable inversión empresarial, lo cual deja claro que no sabemos cuál es, de verdad, el destino de una empresa, pues sólo personas bien dirigidas, automotivadas, comprometidas y felices logran los resultados que hacen crecer y subsistir a las organizaciones.
Desconozco la razón (inercia, miedo, falta de visión...), pero la realidad es que aún no tenemos la mente abierta a formas de trabajar (y vivir) innovadoras, flexibles y orientadas a resultados que se confronten con las "de siempre", con las que nos han llevado a estas bajas cotas de productividad, las que perpetúan jerarquías obsoletas, burocracias llenas de mails con 50 destinatarios, las que viven de papel va y papel viene o de presencia horaria sin resultados.
Por todo ello, si me lo permitís os diré que creo que la verdadera reforma empieza siempre por nosotros, por nuestra educación y formación como ciudadanos y como profesionales, por nuestra madurez y por nuestra responsabilidad y ello impone empezar aquí y ahora por algo tan simple como abrir la mente y reconocer con humildad los errores conceptuales que tenemos como primer paso para una evolución. Mientras, siguiendo cualquier manual de management, no quisiera ser menos que "visionario y proactivo" y por ello prefiero estar preparado para un futuro mejor, de ahí que egoístamente os diga que me deis siempre a Las Merys, pues ellas mueven el mundo. Al menos el mío.