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Asseguts a sa vorera

El ‘balconing' es romántico

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Están fatal los adolescentes ingleses estos a los que cada noche les entra un complejo de avioneta y se tiran desde un balcón espachurrándose el cerebro, el cerebelo y lo que sea que navega por su cabeza entre tanto serrín, al borde de una piscina. Es una lástima porque con esto de la crisis los hoteles no están para tener gastos extras contratando a empresas de limpieza especializadas en bidet, wáter y sangre. Lo creas o no, amigo lector, la sangre no se va con un cubo y una fregona... Ahí hay que frotar y, lo dicho, supone un despilfarro en productos químicos y arena que a final de mes pesa en las facturas para los hoteleros.

Pero a ver, por otra parte entiendo a los niños y niñas que hacen del 'balconing' su pasatiempo preferido. Sí, los entiendo porque han crecido a la sombra de Romeo y Julieta, así como otras obras en las que un enamorado se declaraba a los pies de un balcón, mientras la muchacha en cuestión le correspondía y la escena acababa con el caballero jugándose la piel escalando la pared. Y tan normal, oye. Por eso entiendo que ahora la chavalería británica le haya cogido gusto a pasar de habitación en habitación por el balcón, porque en el fondo son unos románticos incomprendidos.

Puede que el abuso de alcohol y demás sustancias estupefacientes influya, vale, pero lanzarse desde el balcón a la piscina es una estupidez enorme y tienes que ser un gilipollo integral para hacerlo. Sí, amigo lector, en singular. Yo suelo tomarme un par de cervezas con los amigos y no por ello acabo convencido de que soy Supermán, ni paseo por ahí con los calzoncillos por encima del pantalón y saliendo de casa por la cornisa.

A mí me parece que el problema está en la televisión. No sé por qué pero es lo que dicen los estudiosos de todo que acostumbran a presentar informes aburridos que han costado un dineral y no sirven para nada. La televisión, internet y el Red Bull, seguro. Por eso, como medida drástica los encerraría a todos en un reformatorio de esos a la vieja usanza, sin ninguna comodidad tecnológica, ni siquiera un reloj, que se guiaran por un campanario.

Bueno no. Mejor no. Que acabarían tirándose desde el campanario por diversión y, sin piscina, lo que significaría contratar a más limpiadoras. Joder con la crisis...
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dgelabertpetrus@gmail.com

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