Cuando en el colegio los niños y niñas de mi tiempo estudiábamos geografía y llegábamos a los ríos que recorren la Península Ibérica recitábamos entre otros...: el Guadiana que nace en las Lagunas de Ruidera y desemboca en Ayamonte cerca de Portugal.
La desembocadura o unión del Guadiana al agua del Atlántico de entre Ayamonte (España) y Vila Real de Santo Antonio (Portugal) es de una belleza soberbia.
Si se entra en Portugal viniendo de España por el puente internacional sobre el Guadiana construido en el año 1991 y que es el puente más largo de España, se encuentra la villa portuguesa de Castro Marim que durante cuatro días, desde el 26 al 29 de agosto ha celebrado la edición nº XIII de sus Días Medievais (Medievales).
Durante esos días la vida cotidiana de esta ciudad de unos 6.500 habitantes es vivida como un lugar mitológico, en una recreación en que el rigor y la imaginación se complementan para ofrecer un programa cultural, gastronómico y lúdico increíble que atrae anualmente más de 50.000 visitantes.
Porque hay que tener en cuenta que se trata de uno de los municipios más antiguos de El Algarve de Portugal, pues sus orígenes se remontan a la época de la ocupación romana, celta y árabe. Castro Marim conserva, gracias a estos orígenes, fortalezas y castillos que sirvieron para defender sus tierras de las amenazas extranjeras. Durante esos cuatro días y sus respectivas noches llenas de misterio y de magia, el pasado medieval de la villa toma forma dentro y fuera de las paredes ancestrales de su castillo. Los días medievales hacen que la imaginación vuele a una época de decisivos acontecimientos históricos y de magníficas producciones culturales y artísticas porque la Edad Media inventó muchas estructuras materiales que llegarán hasta el siglo XXI, como las ciudades, los castillos y las catedrales, los bancos y las universidades, pero también inventó las guerras y las batallas constantes, la violencia y la mortífera peste negra, instrumentos de tortura, monstruos y demonios.
Desde el castillo de Castro Marim se disfruta de una espléndida vista panorámica sobre el sur de España, punto estratégico para la defensa del sur de Portugal de ataques de civilizaciones enemigas.
En el castillo residió el infante D. Enrique, el navegante, nombrado gobernador de la orden militar de los Caballeros de Cristo, que establecieron su cuartel en Castro Marim, siendo de vital importancia en los primeros viajes que marcaron el inicio de la época de los descubrimientos.
El castillo se levantó por mandato del rey D. Alfonso III durante el siglo XIII, pero con el terremoto que asoló Portugal en 1755, tan sólo quedaron las murallas almenadas y la iglesia de su interior en ruinas, que hoy ha sido restaurada y donde se celebran audiciones de una sonoridad envidiable. Fue escenario, por tanto, de actos heroicos y trágicos. El castillo de Castro Marim es mezcla de historia y leyendas. Sus piedras han resistido el paso del tiempo y sus silenciosas paredes conservan el eco de batallas sangrientas; es por ello que desde 1920 está declarado monumento nacional.
Dentro del propio castillo de Castro Marim, surge otro castillo más antiguo, el Castillo Viejo que asienta sobre una planta irregular de configuración cuadrada con cuatro torreones y dos puertas. Son visibles parte de las murallas que invocan tiempos de guerra, haciéndonos imaginar a los guerreros medievales luchando heroicamente por sus ideales. Es el lugar donde durante los días de fiesta medievales se sirve un banquete diariamente donde se disfruta de la cocina portuguesa de aquellos tiempos regada con abundante vino , sidra y cerveza negra.
Por las calles principales de la villa desfilan temibles guerreros con armaduras relucientes, misteriosos engullidores de fuego y encantadores de serpientes, altivos reyes y reinas, bellas princesas y poderosos nobles, juglares, trovadores y enigmáticos malabaristas así como magos quienes todos dirigiéndose a la plaza del Castillo nos sorprenden con emotivos torneos de caballería, pruebas de halconería y exhibición de instrumentos de castigo y tortura y espectáculos teatrales y musicales que reportan momentos inolvidables.
Para darle autenticidad a la fiesta hay también un espacio destinado a la comercialización de sus productos donde no faltan la sal, el pescado fresco o seco, pan y frutos secos, En la explanada del castillo, se instala un campamento guerrero formado por tiendas de campañas de la época con artesanos con utillajes medievales: herreros, médicos, joyeros, encurtidores, hilanderas, menaje, armas, calderos, panaderos, taberneros, cetreros, cuadras, juegos infantiles, tiendas de productos gastronómicos, etc.
Por todo el recinto, actores venidos de toda Europa, amenizan continuamente con sus danzas, cantos, juegos y luchas.
Se celebran espectáculos de luchas a pie y a caballo. En sus tabernas se pueden degustar asados de cordero y cerdo, chorizos, salchichas, panes rellenos, calderos, pulpo seco ahumado, vinos y la típica cerveza portuguesa "Sagres". todos ellos comprados con la moneda medieval, el maravedí.
Mi agradecimiento al amigo José Fernandes Estevens, alcalde de Castro Marim porque con su invitación (de cuando estuvo en Menorca) me ha dado la oportunidad de conocer su "concelho" (municipio) que por sus encantos, belleza, e historia puede ser muy bien considerado como un reino encantado.