Es muy probable que cuanto sigue haya sido dicho y escrito mil veces en este u otros foros de opinión. Estoy felizmente desconectado de la actualidad diaria y pido disculpas desde ya a los lectores. La propuesta no es en absoluto novedosa, pero entiendo que conviene considerarla y subrayarla cuando han transcurrido ya varios días desde la victoria de Tomás Gómez en las elecciones primarias del Partido Socialista de Madrid: La celebración de primarias no tendría que ser un hecho esporádico y condicionado a la pertinente autorización de los máximos cargos orgánicos de un partido, sino que tal iniciativa electoral debería ser implantada obligatoriamente por todas las formaciones políticas y llevarla a la práctica en los ámbitos local, autonómico y estatal.
Ante el creciente desprestigio de los partidos políticos en España, lo cual tampoco constituye novedad alguna, es evidente que la implantación del sistema de primarias contribuiría a revitalizar el debate y la democracia interna en el seno de unas fuerzas políticas hoy por hoy controladas por unos aparatos de poder cada vez más cerrados -e incluso faltos de transparencia- para la propia militancia de base. Garantizar un funcionamiento plenamente democrático de los partidos es una tarea indispensable en nuestro régimen político, para la propia salud de nuestra democracia. Al respecto, bueno será recordar cuanto reza el artículo 6 de la Constitución española: "Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos". Repárese pues en las referencias al pluralismo, la voluntad popular, la participación política y el funcionamiento democrático. A poco que se reflexione sobre tales conceptos, considero que en este siglo XXI ya no tiene sentido alguno que la inmensa mayoría de las nominaciones de candidatos electorales siga efectuándose mediante el expeditivo procedimiento de la designación. Naturalmente, a cargo de las cúpulas dirigentes.
El desmedido afán de control del proceso de designación de candidatos conlleva siempre serios riesgos, a veces muy graves como se ha comprobado con las disputadas primarias en el Partido Socialista de Madrid. Pero más allá de que José Luis Rodríguez Zapatero haya aprendido o no la lección, tras pifiarla de forma estrepitosa al no mantenerse neutral ante la contienda que protagonizaron en las urnas Tomás Gómez y Trinidad Jiménez, insisto en que la convocatoria de primarias debería ser asumida por todos los partidos. Y pasar de la designación a la elección a partir de un vivo debate desde las bases para escoger a sus candidatos. Con ello se asistiría a una revitalización interna y externa de las distintas fuerzas políticas, una doble revitalización por otra parte muy necesaria dada la pésima opinión que sobre aquellas posee actualmente la mayoría de ciudadanos. Y de paso se atendería el mandato constitucional de favorecer la participación política desde un espíritu democrático mucho más sólido.
Por tanto, hay que extender la celebración de elecciones primarias, promovidas siempre desde las bases de los partidos y no desde sus cúpulas. Porque la madurez de la democracia española reclama hechos y acciones que beneficien al conjunto del país. Una madurez que al mismo tiempo exige dejar atrás el exceso de palabrería inútil y tantos gestos, totalmente interesados e innecesarios, que sólo miran hacia una galería -la opinión pública, la ciudadanía votante o abstencionista- cada día más desconcertada, desilusionada y pesimista.