Cartas de los lectores, ruedas de prensa y declaraciones varias tienen como denominador común la queja o la demanda de apoyo institucional a iniciativas privadas que, sin duda, tienen mucho mérito y se hacen acreedoras del reconocimiento y la subvención que lleva aparejada. De forma espontánea ha surgido un procedimiento consistente en generar una idea o la programación de una actividad educativa, recreativa, deportiva, musical y, a continuación, solicitar la correspondiente ayuda a la Administración pública, ya sea Govern, Consell, ayuntamiento o entidades dependientes tipo IME o Fundació Destí. En algunos casos, da la impresión de que se organizaban cosas no tanto por el interés de las mismas sino por el afán de halagar la mano dadivosa que las financiaba con el dinero de todos. La fiesta subvencionada ha llenado durante años todos los rincones del calendario. Pero eso se ha acabado. La fiesta se ha terminado o, en versión local, "s'ha acabat el bròquil". Y hay que aceptarlo. Sobreviven sólo algunos caprichos políticos de consellerias clientelistas que se alimentan de lo que regalan. Quien organice algo –es necesario que se siga haciendo– que no alegue falta de ayuda institucional en desagravio de su fracaso. Es hora de la sociedad civil, del éxito de lo bueno, de lo que triunfa por sí mismo y se autofinancia.
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