La persona, el lugar, la posición social y la costumbre son lo que suelen hacer que los desayunos sean diferentes. Los ingleses desayunan de manera contundente: café con leche, tostada, mermelada, beicon y huevos fritos. En alguna zona de Andalucía, yo diría que en Andalucía en general, desayunan café con leche y una buena rebanada de pan untada con manteca colorada o pulpa de tomate, aceite y loncha de jamón. Tienen un panecillo para los desayunos al que llaman mollete, que es típico andaluz. Este panecillo tiene forma redondeada, tiene más o menos el tamaño de dos manos abiertas. Lo abren por la mitad, lo tuestan un poco y luego ponen aceite y embutido, normalmente siempre con tomate, y muchas veces foie gras de cerdo. La gente en Madrid que desayuna en cafetería, suele tomar café con leche, a veces chocolate, con churros o porras. Otros están empezando con la rebanada de pan tostado refregada con tomate y loncha de jamón.
Algunos que han viajado por Andalucía, o porque ya lo han visto hacer, le añaden aceite. Y como desayunan de pie junto a la barra, he sido testigo de los "lamparones" de aceite que les caen en la camisa o directamente sobre la chaqueta del traje. La reacción es curiosa y clonada la una de la otra, cuando ven el manchurrón de aceite sobre la camisa, echan la cabeza para delante y el culo para atrás, en un acto reflejo de evitar lo ya inevitable. Luego cogen una servilleta de papel intentando minimizar la catástrofe, "a buenas horas mangas verdes". Y así, con la huella delatora de sus torpezas, se pasan la mañana en la oficina, hasta que llegan a casa y su mujercita o su maridito les suelta aquello de "Pepe, no sé cómo te apañas; esta semana vas por la tercera camisa". Y si la del manchurrón es ella, él dirá "Pepa, no sé cómo te apañas; esta semana vas por la tercera camisa".
En Ciutadella, en mis años mozos, aquellos que se me fueron sin querer que se me fueran, se podía ver a los zapateros de banqueta en la hora puntual de cuando las campanas de la catedral, o de los salesianos, daban las nueve, dejarlo todo y meterle mano al bocata. Mayormente un coc amb sobrassada o figat, a veces con trocitos de queso por encima (el figat y el formatge maridan en una curiosa armonía entre lo dulce y lo salado). Me recuerdo de haber visto a los paisanos andando por la calle, dando buena cuenta de un coc amb botifarró, sobrassada, cuixot o cualquier otro companatge.
Las gentes del agro menorquín, los payeses, solían tener unos desayunos abundantes y calóricos: un buen tazón de café con leche y sopas de pan; se acostumbraba a freír una sartén de patatas, a veces de boniato(1). Con suerte, algún trozo de sobrasada. Recuerdo que cuando se hacía la matanza del cerdo, las porquejades, el desayuno era pantagruélico, al tazón de café con sopas se añadía en el medio de la mesa (taula) un par de fuentes con patatas y boniato frito, trozos de hígado y de carne (lomo) del animal que terminaban de sacrificar. Aquello era un manjar que hoy pienso que es lo que se suele desayunar los domingos y fiestas de guardar en el cielo. Háganse una idea, entre ese desayuno y el próximo transcurría un año, es decir, entre porquejada y porquejada. Patatas, boniato, hígado y carne, todo agavillado en la misma fuente. El olor de aquella fritanga invadía el comedor; las risas y el distendido ambiente familiar y de amigos íntimos era lo que le daba un carácter especial a ese desayuno anual.
Bien, hace unos días sin ir más lejos, me pudo la nostalgia, de manera que teniendo en casa estos días botifarrons y sobrassada menorquina, "me lie la manta a la cabeza". De vísperas, metí tres boniatos al horno; al rato, con un palillo, comprobé que la piel se había ahuecado y que estaba prácticamente para poderse comer. Los reservé para el día siguiente, que freí unas patatas, pelé los boniatos, los corté a rodajas, ni gordas ni finas. Puse una sartencita aparte con manteca de cerdo, y una cucharada sopera de agua y sofreí los monyacos hasta dejarlos en su punto. Luego los junté con las patatas fritas, eché por encima unos trozos de sobrasada y butifarrón del negro y del blanco. Le di al conjunto unos golpes de calor, y a la mesa… Déu meu!, un berenar de dalt de tot. Nos pusimos suaves, ¡qué cosa más buena! Y como aconteció que me quedé así, como si me hubiera dado un aire, María me interpeló, ¿en qué piensas?... En Menorca, en mi gente, los payeses, en sus costumbres. Ahora mismo digo que es una lástima no tener un par de surcos de patatas detrás de una pared, amparadas de la tramontana y un buen azadón para darles una labor. No fotis!, dijo María, mira tú que eres. Si tú ya no sabes. ¿Cómo que no sé?, si esto del azadón es, mismamente, como montar en bicicleta, jamás se olvida, como lo del desayuno de hoy. Un berenar pagès, de dia de porquejades. A quienes los hemos vivido y disfrutado, no se nos olvidan jamás.
1. Boniato: Botánica- batata, planta de la familia de las convolvuláceas y su tubérculo.